FOTOGRAFÍA DE LA ESPERANZA MACARENA. AÑOS 30 DEL SIGLO PASADO.
viernes, 10 de noviembre de 2017
miércoles, 1 de noviembre de 2017
Sucesos acaecidos en la villa de Castilleja de la Cuesta durante el
terremoto de Lisboa. 1 de noviembre de 1755.
Juan Prieto Gordillo.
Doctor en Historia del Arte
(Fragmento de mi obra La Villa de Castilleja de la Cuesta. Historia Social. Publicada en 2010)
Una fecha muy señalada dentro de la centuria dieciochesca, no sólo para la
villa de Castilleja de la Cuesta, sino para buena parte de España, es el día 1
de noviembre de 1755, cuando hacia las diez de la mañana, se producía en
Portugal uno de las mayores terremotos que ha conocido la Península Ibérica a
través de su historia, conocido desde entonces como el Terremoto de Lisboa al
haberse constatado su epicentro en los términos de dicha ciudad, alcanzando una
magnitud estimada de 9 en la escala Richter y una intensidad X. Produjo
alrededor de 90.000 muertes y provocó un gran tsunami de casi 15 metros de
altura que afectó a Europa Occidental y norte de África.
Vista del puerto de Lisboa el 1 de
noviembre de 1755.
Uno de los territorios que más daños sufrió fue toda
la zona oeste de Andalucía, principalmente en las provincias de Huelva y
Sevilla en las que se hundieron y quedaron parcialmente arruinados una gran
cantidad de edificios civiles y religiosos. Este fenómeno afectó muy seriamente
a los edificios de Castilleja de la Cuesta, viéndose especialmente perjudicadas
algunas de sus haciendas, la mayoría de las viviendas humildes y el templo
parroquial de Santiago. Varios son los documentos que nos muestran el penoso
estado en que habían quedado algunos de los edificios de esta localidad. Tal es
así, que el día 13 de ese mismo mes de noviembre, quedaron aprobadas unas
partidas para reparar varias de las casas que habían quedado dañadas o “arruinadas”
por el terremoto, “...por el temblor de tierra ocurrido el día primero
del mes corriente mes, que se hallan nuestros vecinos sin tener donde vivir,
por lo atormentadas que han quedado sus casas y viviendas, pues se ven presos a
dejarlas si no las reedifican, y atendiendo a este cabildo, a esta tan urgente
necesidad, y que de apretarlos más, están a pique que se ausenten de la Villa
dejando sus familias a la clemencia del cielo” [1].
Respecto a los edificios religiosos, el más afectado
fue el de Santiago, quedando en gran parte ruinoso. De un informe realizado por
el señor provisor del abad de Olivares sobre el estado del edificio, se dedujo
que el mayor daño se produjo en una de las naves laterales, afirmando que de no
realizarse las oportunas reformas, cuestión harto difícil, pues la pobreza
tanto de los vecinos como de las hermandades existentes en el mismo eran
bastante patentes, “...aumentarían exorbitantes gastos en
la pérdida de vigas, tejas, redoblón y la nave mayor que se halla la mayor
parte sana”[2].
A tal extremo llegó el deterioro de la parroquia dos
años más tarde, que el señor abad, viendo el peligro que corrían los
feligreses, mandó al párroco Juan Francisco Banderley que recogiese el
Santísimo, y que las funciones religiosas se celebrasen en la iglesia de
Nuestra Señora de la Concepción. Este hecho provocó el que muchos de los
parroquianos de Santiago se marchasen a escuchar dichas funciones a localidades
vecinas, el tiempo que duró la reconstrucción del edificio (1757-1764),
ocasionando el consiguiente perjuicio para los diezmos parroquiales. Ante esta
coyuntura, el párroco optó por dejar el uso de “Pila y Sepultura” en la
iglesia de Santiago,
“Ídem.: ... y aunque por
templarlos se les dejó el uso de Pila y Sepultura, es con tanta indecencia, que
lo primero se hace precipitadamente por huir del riesgo, y lo segundo con nota
y reparo de las gentes, pues llegando a la vista de la iglesia el cuerpo, con
el acompañamiento y Duelo, lo entran entre cuatro, quedándose los demás en la
Plaza, lo entierran, se le dice un responso, y se van a celebrar los oficios a
la de la Concepción, agregándose a esto el imponderable desconsuelo que reina
en los individuos del pueblo, y de las hermandades del santísimo Sacramento,
Vera Cruz y Soledad de María Santísima (Sitas en dicha Iglesia), de ver los unos
con tener enterrados en ella todos sus antepasados, no pueden mandarles decir
una Misa, ni responso en ella, ni los otros dar culto a su Imágenes, cumplir
con las funciones de obligación, no hacer cabildos, ni sufragios por sus
Hermanos difuntos, reflexión que con exceso les aumenta su fatiga, desmayados
de lo que se le retarda la esperanza de ver reedificado su Templo, que la suma
pobreza de la fábrica, hermandades y vecinos no pueden costearlo, y que de
dilatarse, no solo se imposibilita más, aumentarán exorbitantes gastos en la
pérdida de vigas, tejas, redoblón, y nave mayor, que se halla la mayor parte
sana, sino que llorarán con lágrimas de sangre ver sumergidas en el estrago de
sus ruinas sus devotísimas Imágenes...” [3].
El documento anterior se completa con la
carta enviada por las autoridades de Castilleja de la Cuesta, al que seguía
siendo su “Señor”, el Conde Duque de Olivares –cuyo título
recaía por aquel entonces en la “Señora”, Teresa Álvarez de Toledo y
Guzmán-, solicitándole una serie de medidas con las que
remediar los daños ocasionados en la parroquia matriz:
“El consejo, justicia
y regimiento de la Villa de Castilleja de la Cuesta, con sus síndicos,
procurador, hace presenta a Usted, que esta vecindad incluye dos parroquias,
con título la una de Señor Santiago en el señorío antiguo; y la otra con el de
Nuestra Señora de la Concepción en la Calle Real; la primera, la arruinó tanto
el terremoto del año de 1755, que en 1757 se mandó por el señor provisor de
Usted. Consumir el S. Sacramento, y que sus funciones se celebrasen en la
segunda. Promovida? Tan violenta a sus feligreses, que les produce las mayores
discordias, bandos y enconos que se han visto en términos de pasar a las manos,
llegando a tanto exceso que por no oír Misa y demás funciones, se
van a oírlas a otra parte...; con todas las demás que adornan siete altares,
que incluye dicha Iglesia de que es patrono el Excelentísimo señor Conde Duque
de Olivares, nuestro natural señor, que no dudamos contribuya a tan cristiano
fin, a imitación de sus gloriosos progenitores y de lo que interesa en los
diezmos de todas especies, a excepción del aceite que pertenece a la Corona, si
usted como vigilante celoso pastor de sus ovejas, del divino culto, y de la
quietud del pueblo se dignase a constituirse agente de tan piadosa solicitud a
que este pueblo contribuirá en cuanto puedan sus débiles fuerzas...” [4].
Afortunadamente, el templo de la Inmaculada
Concepción, debido a las grandes reformas y restauraciones al que fue sometido
durante los años de 1752 y 1753 por el maestro de obras de albañilería Miguel
Tirado, apenas si sufrió daño aparente, pues tan solo un año después del
movimiento sísmico, le comenzaron a surgir leves deficiencias arquitectónicas[5]; tampoco
se produjeron grandes desperfectos en la ermita de Guía, y en las capillas de
la Santísima Trinidad y la de Nuestra Señora del Rosario.
[5] AHPS, Sección de Protocolos
Notariales de Castilleja de la Cuesta. Legajo 2.150 P-b (1752-1759), s/f.
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