miércoles, 21 de diciembre de 2016

LA VIRGEN DE LA EXPECTACIÓN DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO DE CASTILLEJA DE LA CUESTA.

NUESTRA SEÑORA DE LA EXPECTACIÓN DE CASTILLEJA DE LA CUESTA. LA VIRGEN DE LA O.
Juan Prieto Gordillo
Prof. Universidad de Huelva


Fue el maestro pintor Francisco Pacheco quien en su obra Arte de la Pintura[1] facilitara las primeras informaciones sobre la realización de la Virgen de la Expectación, tallada para el convento de franciscanos descalzos de la villa de Olivares durante el primer tercio del siglo XVII, siendo trasladada al convento de la misma orden de Castilleja de la Cuesta en 1635, y ubicada finalmente desde mediados del siglo XIX en el templo parroquial de Santiago Apóstol de la misma localidad[2].

Para conocer los orígenes de tan singular obra debemos remontarnos al siglo XVII, más concretamente al año 1625; con motivo del embarazo de María de Guzmán, la futura marquesa de Heliche, hija de los condes de Olivares a finales del mencionado año. Tras los trágicos momentos vividos por los duques por el fallecimiento de sus dos primeros hijos al poco de nacer, y deseando gozar del favor divino de un embarazo concedido a su tercera hija, decidieron hacer realidad el ya viejo propósito de poner en marcha la fundación de un convento de franciscanos descalzos que  se llevó a efecto en Olivares el día 1 de febrero de 1626. Debido a que el hecho que había propiciado la fundación del convento fue el embarazo de la marquesa de Heliche, los patronos decidieron poner el mismo bajo la advocación de la Expectación de Nuestra Señora, y se encargó la realización de una imagen de la Virgen representada en ese misterio para que presidiera el oratorio del nuevo convento de Olivares[3].

Durante el año 1636  se produciría el traslado del convento de la orden franciscana desde Olivares a la cercana población de Castilleja de la Cuesta. Tras alcanzar un gran auge material y un notable aumento de religiosos, se produjo la necesidad de aumentar el espacio y mejorar la vieja fábrica que databa de mediados del primer tercio del siglo XVII[4]. Esto hizo posible que a finales del siglo se comenzase la construcción de una nueva iglesia que fue consagrada el 11 de junio de 1702 y que continuaba presidiendo la Virgen de la Expectación en el camarín de su retablo mayor. A comienzos del siglo XIX, tras producirse la exclaustración de Mendizábal, y tras el derribo del edificio en 1840, la imagen fue trasladada a la parroquia de Santiago Apóstol de la localidad.

La escultura mide 1,09 m, y representa a la Virgen María muy joven, casi niña, arrodillada, embarazada, en postura frontal y estática, con las manos unidas en señal de adoración, de forma semejante a como se suele representar la Inmaculada, y portando en su vientre un pequeño relicario donde se halla una diminuta figura del Niño Jesús de plata, aunque el original no se conserva. El rostro de la Virgen es ovalado, con cuello esbelto, frente despejada, boca pequeña cerrada, hoyuelo en la barbilla y párpados caídos, que otorgan a la imagen una sensación de recogimiento, destacando además la longitud de su cabellera, cuyos individualizados y largos mechones ondulados , parten de una raya central y caen por la espalda y los hombros hasta la cintura. La Virgen viste una saya de color rojizo de escasos pliegues verticales ceñida a la cintura por un estrecho cíngulo tallado de color verde, ricamente estofada con motivos vegetales y tallos de perfil geométrico, que rodean un anagrama mariano central;  la envuelve un amplio manto de color verde que le cubre los hombros, semejando como dice Pacheco, “una capa de coro”, que presenta igualmente un suntuoso estofado, a base de "ces" sinuosas y tallos vegetales, en tonos blancos y rojizos. Se trata por tanto de una obra de tradición escultórica manierista, un estilo que encaja perfectamente con el misterio que representa[5].




Respecto a la autoría de la imagen, que según Pacheco hubo de realizarse en Madrid, surgen ciertas dudas, pues durante años se ha tenido en cuenta su atribución al maestro escultor jiennense Francisco de Ocampo durante su estancia en Sevilla, según recoge en su obra el historiador Antonio Martín Macías, Francisco de Ocampo, maestro escultor (1579-1639)[6]; sin embargo, recientes estudios afirman la posibilidad que la imagen fuese obra de algún artífice de escuela castellana o andaluza que se encontrase temporalmente en Madrid ¿Antonio de Herrera, Juan Muñoz ó Gregorio Fernández, quien llegaría a realizar alguna obra para el Conde Duque? Por consiguiente, su identificación deberá permanecer a la espera de futuros hallazgos documentales[7].

En cuanto a su policromía, hacia el mes de octubre de 1625, Francisco Pacheco recibió en su residencia madrileña la talla, ocasión propicia para mostrar su valía ante los condes y la familia real, favoreciendo su nombramiento de pintor real. Según propias palabras, la adornó lo más costosamente que pudo a través de los colores y su habilidad con el pincel, transformando aquella talla en madera en una auténtica imagen de devoción[8].

La Virgen de la O, como era y sigue siendo conocida por el pueblo, muestra una perfecta simbiosis entre las formas de la escuela castellana y la sensibilidad andaluza, figurando en varios acontecimientos culturales tales como las exposiciones “Sevilla Mariana” (Sevilla 1996), “Alonso cano y la escultura andaluza hacia 1600” (Córdoba-Sevilla, 2000-2001) y presidiendo el altar de Corpus Cristi instalado por el Círculo Mercantil hispalense (2016).



[1] PACHECO, Francisco. Arte de la Pintura, libro III, capítulo VI, pág. 498. Se cita por la edición de Bonaventura Bassegoda, Madrid: Cátedra, 1990.
[2] PRIETO GORDILLO, Juan. La Villa de Castilleja de la Cuesta. Historia Social. Castilleja de la Cuesta, 2011. Págs. 173-177.
[3] Artículo basado en la publicación realizada por Francisco Amores Martínez “Alonso Cano y su época”, SIMPOSIUM INTERNACIONAL, Granada 2002.
[4] PRIETO GORDILLO, Juan. La Villa de Castilleja de la Cuesta…, Ob.cit.
[5] AMORES MARTÍNEZ, Francisco. “Alonso cano y su época”, Ob. cit.
[6] MARTÍN MACÍAS, Antonio. Francisco de Ocampo, maestro escultor (1579-1639). Sevilla, págs. 151-52.
[7] URREA, Jesús. “Aproximación biográfica al escultor Gregorio Fernández”. En: Gregorio Fernández (1576-1636). Madrid, 1999-2000, página. 31.
[8] PACHECO, Francisco. Arte de la Pintura, libro III…, Ob.cit.

lunes, 12 de diciembre de 2016

GABRIEL TORRES DE NAVARRA Y MONSALVE, DEÁN Y CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE SEVILLA

GABRIEL TORRES DE NAVARRA Y MONSALVE, DEÁN Y CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE SEVILLA FALLECIÓ EN CASTILLEJA DE LA CUESTA EN 1757.
Juan Prieto Gordillo
Profesor de la Universidad de Huelva

A lo largo de la dilatada historia de Castilleja de la Cuesta, varias han sido las personalidades, que de diversa índole y condición social han pasado los últimos días de sus vidas entre sus vecinos. A los nombres de Hernando Cortés Pizarro, el Conquistador; y el Abad de Olivares, Juan Bautista Navarro, añadimos ahora el del Deán y Canónigo de la Santa Iglesia de Sevilla, D. Gabriel Torres de Navarra y Monsalve.

El hallazgo de la partida de entierro en el Archivo Parroquial de Santiago de Castilleja de la Cuesta, y la afirmación de su fallecimiento en la mencionada localidad, me ha llevado a profundizar sobre la personalidad de Gabriel Torres de Navarra y Monsalve, considerado por sus contemporáneos como un auténtico “Santo”.

Para ello haré mención al Sermón que tras su fallecimiento, el día 20 de julio de 1757, a los 79 años de edad, fue editado y publicado en Sevilla en la Imprenta de Joseph Padrino, mercader de libros, en la calle Génova de Sevilla. (Oración Panegírica-Funeral que en las honras que a la buena memoria del Ilustrísimo Señor Don Gabriel Torres y Navarra, y Monsalve, Caballero de la Orden de Santiago, Deán de la santa Iglesia Metropolitana, y Patriarcal de la ciudad de Sevilla. Celebró el venerable clero de la santa Iglesia de Santa maría de la Villa de Lebrija el día 28 del mes de agosto de 1757) En el mismo se cogieron, además de una multitud de alabanzas en su honor, algunos datos biográficos que ilustran su vida.


A continuación, os presento a la figura de Gabriel Torres de Navarra, con la aportación de algunos extractos contenidos en el citado manuscrito, acompañados de otras fuentes documentales de diversa procedencia.

Gabriel Torres de Navarra y Monsalve III Marqués de Campo Verde nace en Sevilla el día 28 de enero de 1678, hijo de Luis Torres de Navarra, primer marqués de Campoverde, y de María Ambrosia Blázquez, Agüero y Céspedes; heredando el título y mayorazgo familiar.

Nació el Ilustrísimo Señor Don Gabriel de Torres Navarra, y nación de padres tan Cristianos como Caballeros; que la Nobleza, que no hace alarde de Cristiana, tiene tan poco de hidalga, y de Señora, que no merece escribirse en los libros de Caballería.  La Caridad y la virtud es la mejor executaría, de cualquier conde y marqués. Tales fueron toda su vida los Ilustres Señores Don Luis de Torres Navarra y de Doña María Ambrosia Blázquez, sus padres ambos ejemplares vivos, sino de María y José; o al menos de Ana y Joaquín”.
A los seis años estaba bastante instruido en las Máximas de Nuestra Religión; y desde los siete empezó, de ocho a ocho días, la frecuencia de los Santos Sacramentos;  rezando todos los días el Rosario, y ejerciendo otros muchos actos de devoción, que raar o pocas veces se ven en aquella edad.

Y en confirmación de esta verdad, sucedió el caso que diré: entró en Sevilla en una casa, tan humilde como desdichada, donde vivían unas pobres infelices, y después de socorrerlas, les preguntó: si tenían aceite para alumbrarse; respondieron que no: ¡pues venga la alcuza!, dijo su señoría, iré yo por aceite para que se alumbren; y tomando la alcuza, y no hallando criado alguno a la puerta, se fue a la tienda muy encubierto, y socorrió esta necesidad por sí mismo.
Murió, señores, el limosnero de Dios, el banco de sus tesoros; el segundo Gabriel en carne, la Fortaleza, sino de Dios, de sus pobres, las Torres de la abundancia de sus limosnas, de quién quizás diría David: Et abundantia in Turribus tuis, el Ilustrísimo Señor Don Gabriel de Torres Navarra; murió, y con su muerte pudieron echarse a a morir todos los pobres de Sevilla, que solo alentaban y alentaban de sus limosnas.

Fue caso que yendo un día con su Madre en el coche, al estribo, dio la rueda en vago, cayó el niño, y cuando pensaban, que hubiese muerto, por haberle pasado por encima, se levantó bueno y sano, y con tanta alegría y fiesta, como si hubiese pasado sobre él la rueda de la Fortuna. De otro lance igual a este se liberó, confesando el Niño, que una Señora lo había sostenido de la mano, en el que lo encomendó su madre a Nuestra Señora de Guadalupe, a quién se le atribuyó este milagro admirable.
En todas virtudes empezó a ejercitarse, pero con especialidad, en la Caridad con los pobres, entre quienes repartía varias cantidades y limosnas, que sus padres fiaban a su conducta.
Ya mancebo, ya joven, huyó del dorado lazo del Matrimonio. De edad de dieciséis años, solicitó entrar con otro compañero contemporáneo en la Sagrada Compañía de Jesús, pero el Padre Maestro Florencio de Medina, Provincial entonces, le respondió de esta forma: Antonio, (señalando al compañero), se que entrará en la Compañía; pero tú, Gabriel, no; porqué Dios te quiere como canónigo, y cosas mayores; como de hecho se verificó, siéndolo de la Santa Iglesia de Sevilla, y acabando Deán de ella.

A los 18 años padeció del pecho, y lo sangraron. De edad de veinte y un años, abandonando Títulos y Mayorazgos, se ordenó de Orden Sacro. Ordenase a los veinte y tres años, con dispensa de Sacerdote, y desde entonces y como canónigo, estableció el método de su vida, en la forma siguiente: levantase en invierno antes del alba, y en el verano antes de las cuatro, tenía más de una hora de Oración mental, media de preparación para la misa que decía con notable edificación, y compostura; y en otra que decía después, daba gracias al Señor;  y tomando un levísimo desayuno, iba a su iglesia, en cuyo Sagrado Coro, entrando el primero, salía el último…; volvía a su casa, tomaba en ella una tan grosera, como parca comida, descansaba después un cuarto de hora, y rezando después la Corona de la Santísima Virgen, y a continuación Vísperas y Maitines, y Laudes, volvía al Coro, y acabado de este, salía a consolar muchas almas, y en visitar Enfermos, consolándolos y socorriéndolos, empleaba el resto de tarde. A la noche tenía media hora de Oración, media de Lección Espiritual, un cuarto de hora de examen de Conciencia, y tomando después una leve cena, se recogía, para volver por la mañana a la misma tarea. Este tenor y régimen de vida siguió toda la suya, desde su mocedad hasta su senectud, en más de ochenta años que vivió.

Andaba por las calles de Sevilla, ya confesando, ya auxiliando, ya remediando; en el de veinte vino gran  porción de soldados enfermos de Ceuta a Sevilla, y se hallaba su Ilustrísima de visitador del Hospital del Cardenal, a donde iban a parar para su curación, y era una maravilla ver el amor y caridad con que los trataba, tomándolos en sus mismos brazos…

En el año de 50, sucedió que estando una noche afligida de el hambre, una pobre viuda con dos hijas, pues en el día no se habían alimentado de cosa alguna, cuando menos pensaban, tocó su Ilustrísima a la puerta, y le dio una moneda, que a ella le pareció de diez reales, pero era de diez pesos, para que se remediasen y se socorriesen…

Su humildad, hermana de la Piedad, le hizo renunciara  tres Mitras: la de Guadix, la de Córdoba y el Arzobispado de Lima. Hubo de tomar posesión del Arzobispado de Sevilla, por el Señor Infante, después fue nombrado Deán de Sevilla.

Murió Deán de Sevilla, que no quiso ser Arzobispo de Lima; y murió como había vivido, con los ojos en el Cielo, y los labios en el Salterio, porque repitiendo versos,  y verificando salmos, fue el último aliento de su Corazón. Así expiró con la misericordia de Dios en los labios, el que había respirado con la misericordia de los hombres en las manos; siendo el clamor y alarido de la pobreza. Conservose flexible, y movedizo su Venerable Cuerpo por más de treinta horas que estuvo insepulto: y lo que es más, que despedía de si un olor tan notable, y tanto, que muchos sujetos graves de diversas religiones, que traídos por su ejemplar vida, estuvieron bastante rato aplicando su nariz, y boca, certificaron unánimes, este mismo olor, y fragancia de flores.

Y si en las puertas se han de alabar sus obras, no se hallará puerta en Sevilla en que no le erijan una estatua a su Caridad, y Misericordia…; al Venerable cuerpo del Excelentísimo Señor Don Gabriel de Torres Navarra, concurrieron entonces los Hijos de nuestro Padre San Pedro, el Ilustrísimo Cabildo de la Santa Iglesia de Sevilla, como ahora en repetidas veneraciones ha asistido a la Fúnebre celebridad de sus honras, el de esta santa Iglesia de Lebrija, que costeó estas exequias; y concurrieron también entonces al oír el dolorido clamor de las Viudas de aquella ciudad y demás pobres, que mostrando sus sayas, sus mantos, sus capas, sus vestidos, confundían cerda de su féretro la piedad con los alaridos, diciendo unos: a mí me daba de comer; diciendo otros,  a mi me daba vestidos; a mí me libró de la muerte;  a mí de ejecutarla; a mí, decía una, me sacó del vicio; a mí, decía otra, me introdujo a la virtud; a mí, decía otro, que corría desbocado, y ciego por la senda de mis apetitos, me atajó el paso, y me metió por camino; a mí, decía este, desató mi corazón empedernido en culpas, hasta deshacerlo por los ojos en tiernas lágrima”.

Seguidamente, ofrezco la partida del entierro de D. Gabriel Torres de Navarra, registrada y localizada en la parroquia matriz de Santiago Apóstol de Castilleja de la Cuesta. Respecto al lugar exacto de su fallecimiento, provocado por “dolencias cardíacas”, es posible que se produjese  en el convento de franciscanos descalzos de Nuestra Señora de la O, existente en la misma localidad desde 1635, donde posiblemente se hubiese desplazado para una visitar a algunos religiosos, o para debatir algunas cuestiones con el párroco de Santiago de la localidad:

“21 de julio de 1757
En dicho día se enterró en la Iglesia, junto al altar de Santa Cruz el cuerpo difunto del Señor Ilustrísimo D. Gabriel Torres de Navarra, Deán y Canónigo de esta Santa Iglesia, Caballero de la Orden Militar de Santiago, Arzobispo de Mytilene; habiendo renunciado a dos mitras, la de Guadix y otra, que murió en Castilleja de la Cuesta y se trajo a su casa donde concurrió a su entierro todo el clero de las parroquias por mandato del Excelentísimo Señor Solís y todos los religiosos a hacer encomienda, y fue coadministrador de este arzobispado por Su Alteza Real. Testó ante Pedro Leal. Albacea, el señor marqués de Peñuela, su hermana y sobrina y otros.”
(Parroquia matriz de Santiago de Castilleja de la Cuesta. Libro de defunciones nº 25,fol.194)

Finalmente, en la obra titulada: Memorias Sepulcrales de la Catedral de Sevillabasado en los manuscritos que legaron los canónigos hispalenses Juan de Loaysa (1633-1709) y, ya en el siglo XVIII, Juan Nepomuceno González de León, aparece recogida la siguiente reseña:

TORRES DE NAVARRA, (Y MONSALVE), Gabriel.
Deán, canónigo, 1757.
“D.O.M. Aquí yace Don Gabriel Torres de Navarra, Deán y Canónigo de esta Patriarchal Iglesia y coadministrador en lo espiritual simul con el Serenísimo Sr. infante  cardenal D. Luis de Borbón, arzobispo de esta ciudad. Pide por la pureza de la Virgen Reina de los Ángeles, María Santísima Nuestra Señora, le encomienden a Dios  cuantos leyeren estos renglones. Este epitafio lo dictó estudiosamente, en tan llano y común estilo, la humildad de este Ilustrísimo y venerable héroe para lograr los sufragios de todos los fieles que lo leyesen previniendo que ni en el sepulcro se hiciese mención de las dignidades y honoríficos empleos, a que se resistió en vida. Murió a 20 de julio de 1757, de 79 años de edad. Quiso ser enterrado en esta bóveda por devoción a la Santísima Cruz y por estar sepultada en ella la muy ilustre Sra. Dª Antonia Torres de Navarra, hermana del dicho Sr. Ilustrísimo, que falleció el día 15 de junio de 1735, señora también de ejemplar virtud, mujer del Sr. D. Josep Chacón Medina y Salazar, caballero de la Orden de Santiago, marqués de la Peñuela, patrono de esta capilla, entierro y bóveda. R.I.P.A.” González de León, ff.20-21.

(Véase: SERENATA alegórica para solemnizar la posesión que por el Sr. Infante cardenal Don Luis Jaime de Borbón, tomo de el arzobispado de Sevilla  su Co- administrador el Ilmo.  Señor D. Gabriel Torres de Navarra, Arcediano Titular y Canónigo de esta Santa Patriachal Iglesia y arzobispo electo de Milytene. [Sevilla, s. i.] [1742] Sevilla. Municipal. Varios  9 (5).
Francisco Aguilar Piñal, IMPRESOS SEVILLANOS DEL SIGLO XVIII. Madrid, 1974.