sábado, 11 de abril de 2020

SOBRE EL SERMÓN DEL DESCENDIMIENTO


Datos históricos sobre El Sermón del Descendimiento de la hermandad del Santísimo Cristo de los Remedios  y Nuestra Señora de la Soledad de Castilleja de la Cuesta (Sevilla). Otros.
                                                           Juan Prieto Gordillo
Doctor en Historia del Arte
Archivero de la Hermandad Sacramental de Santiago





Tal y como recoge el historiador Cañizares Japón en su obra, Las Hermandades de la Soledad y Santo Entierro en el Antiguo Reino de Sevilla, (Sevilla, 2014)[1], todo parece indicar, que la escenificación del Descendimiento, incluida dentro del denominado Sermón del Descendimiento, se venía ya representando en otras zonas de la península desde los años finales del siglo XV, con el titulo de Sermón de las Siete Palabras y Descendimiento.

Los primeros datos acerca del acto denominado como  "Descendimiento de Cristo", celebrado en Sevilla, viene dados a finales del siglo XVI; el hecho fundacional de dicha representación fue llevado a cabo por la hermandad de la Soledad hispalense, siendo retomada poco tiempo después por otra corporación, la hermandad del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo con la de Nuestra Señora de Villaviciosa tras la fusión llevada a cabo entre ambas. A partir de esta unión, dicho acto se siguió representando tal y como indica el historiador Abad Gordillo[2]: Se efectúa una ceremonia en la noche del Jueves Santo donde se ponía en un collado cerca de su residencia, la imagen del Crucificado acompañado de los dos ladrones, en alto, y al pie de de Cruz las imágenes de Nuestra Señora, San Juan Evangelista y las Marías, rodeado de luces. A las tres de la tarde del Viernes Santo un predicador trataba el momento de la Cruz (Pregón del Descendimiento) y el Descendimiento de Cristo, que se llevaba a cabo por sacerdotes, situándolo en el regazo de la Santísima Virgen, desde allí lo trasladaban en unas parihuelas al oratorio de la cofradía y disponía su entierro, marchando a la Santa Iglesia Catedral, donde le esperaba el Cabildo, y a la vuelta el Cristo Yacente se quedaba en el convento de San Pablo, en cuyo jardín existía un sepulcro, trasladándose el resto de la procesión a su oratorio. El Domingo de Pascua, aparecía sobre el sepulcro la imagen de Cristo Resucitado, y los hermanos venían vestidos de sus mejores galas y acompañados de música lo llevaban con gran solemnidad a su templo, donde se celebraba la fiesta de la Resurrección[3].

Al igual que otros actos litúrgicos, este del Descendimiento de la corporación hispalense influiría también en otras hermandades de similar advocación de localidades cercanas, tales como: Alcalá del Rio, La Algaba, Benacazón, Mairena del Alcor, y muy especialmente, en la denominada por aquel entonces, Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora de la Soledad de Castilleja de la Cuesta; o algo más retiradas, tal y como ocurriría en Estepa, Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, o Antequera entre otras. Pocas son, hasta la fecha, los estudios llevados a cabo relativos al denominado, SERMÓN DEL DESCENDIMIENTO. De enorme interés es la reseña bibliográfica recogida por el historiador José María Blanco White de 1806[4], en la que se recoge con  gran cantidad de detalles el que se realizaba a comienzos del la centuria decimonónica, en la fachada de la capilla de la Santísima Trinidad, hoy desaparecida, que estuvo ubicada en plaza de la villa de Castilleja de la Cuesta, hasta el último tercio del mencionado siglo. Este hecho, quedaría perfectamente narrado en su obra: CARTAS DE ESPAÑA, cuyo contenido se expone a continuación:

AÑO DE 1806. Carta IX. José María Blanco White.

Como los cultos del Viernes Santo se celebran a una hora temprana y son cortos, tanto la gente alegre como los devotos no sabrían cómo gastar el resto del día si no fuera por los grotescos Sermones de Pasión de los barrios y pueblos cercanos, y sobre todo por la ceremonia más solemne, conocida con el nombre de Tres Horas.

La función religiosa está organizada de manera que el reloj de las tres de la tarde al final de la meditación, exactamente a las palabras TODO SE HA CUMPLIDO. La descripción de la muerte del Salvador, poderosamente pintada por el autor de las TRES HORAS, no deja de impresionar la imaginación cuando se escucha bajo la influencia de tal música y escenario; y cuando al dar el reloj la primera campanada de las tres, el sacerdote se levanta de su asiento y con fuerte y conmovida voz anuncia la consumación del tremendo sacrificio, en cuyo penoso y sangriento proceso el espíritu se ha detenido tanto tiempo, pocos son los corazones capaces de resistir la impresión y menos todavía son los ojos que pueden ocultarla. las lágrimas bañan las mejillas de todos los asistentes, y los pechos femeninos se ven agitados por los sollozos. Tras un saludo de despedida pronunciado desde el púlpito, la ceremonia acaba con la interpretación de una pieza musical en que la inspiración del gran compositor presenta una magnífica imitación del desorden y agitación de la Naturaleza que cuentan los evangelistas.

Los Sermones de Pasión para las clases bajas podrían considerarse como una parodia de las Tres Horas. Los suelen pronunciar al aire libre los frailes de las órdenes mendicantes en los barrios de la ciudad habitados principalmente por las clases humildes. Los jóvenes amigos de divertirse, que no sienten ningún escrúpulo en aliviar la tristeza y monotonía de un Viernes Santo, ni tiene reparo en descubrirse con una risa extemporánea, se abandonan con frecuencia a la aventura de asistir a uno de los Sermones más completos y perfectos de este género, como es el que tiene lugar en el vecino pueblo de Castilleja.

Delante de la puerta de la iglesia se dispone un púlpito, desde el cual un fraile de estentórea voz pronuncia una historia de la Pasión bastante mejorada, tal como le fue revelada a Santa Brígida, monja franciscana que nos dejó una detallada y pintoresca narración de la vida y muerte de Cristo y de su Madre, según le dictó la misma Virgen María. Sin Embargo, esta narración anual hubiera perdido la mayor parte de su interés a no ser por las ilustraciones plásticas que mantienen la expectación y aseguran la atención de los oyentes. En tiempos más antiguos existió la costumbre de presentar a lo vivo al apóstol San Pedro - personaje que pertenecía por derecho natural e inalienable a la cabeza más calva del pueblo-, que presentaba la escena de las negaciones, en la que juraba por Cristo que no conocía a aquel hombre. Esta edificante parte de la narración se omite en Castilleja, pero, en cambio, un buen actor imita el canto del gallo de manera tan viva y natural que hace que todos los gallos valientes de la vecindad contesten al desafío. Más adelante el sonido de una trompeta anuncia la publicación de la sentencia distada por el gobernador romano y que es publicada con precisión legal por el pregonero del pueblo, en el mismo estilo con que se anuncia en España una ejecución capital. Apenas el pregonero ha pronunciado la última palabra, cuando el predicador, en frenético arranque, le da el mentís y maldice la lengua que ha pronunciado tal blasfemia. El predicador invita a un ángel a que venga a contradecir a Pilatos y a los judíos, y en efecto, obediente a la llamada del orador, un niño vestido con un traje muy llamativo de colores chillones y provisto de un par de alas de cartón dorado, aparece al momento en una ventana y proclama el auténtico veredicto de los cielos. Algunas veces, en medio de la narración del fraile, sacan una imagen de la Virgen María que sale al encuentro de otra de Cristo camino del Calvario, y los dos se despiden muy emotivamente en la calle. pero lo que nunca se omite es la aparición de la Virgen con un pañuelo en la mano para hacer una colecta con destino al entierro de su Hijo, tanto porque es un medio eficaz de hacer llorar a toda la audiencia femenina como porque produce una buena recaudación para el convento. La ceremonia concluye con el descendimiento, operación en la que se desclava de la Cruz un Cristo de tamaño natural. Lo hacen dos frailes, que representan a José de Arimatea y Nicodemo, y con escaleras y útiles de carpintería descuelgan una figura articulada que colocan después en un ataúd y lleven a la iglesia como si fuera un verdadero entierro.

Tras casi más de dos siglos de representarse el Descendimiento con su correspondiente Sermón, sería durante el reinado de Carlos IV, cuando dejaría de realizarse, tal vez por la situación ideológica y económica por la que atravesaba el país y sus instituciones, cuestión que afectaría también a las distintas hermandades existentes por nuestra geografía andaluza. El tema económico sería clave para la fusión efectuada con la Sacramental y Santa Vera-Cruz de la parroquia santiaguista matriz de Castilleja de la Cuesta. Tras algunos años de ausencia, tenemos constancia a raíz de 1800, de la vuelta a las representaciones del Sermón, por una carta fechada el día 3 de abril del citado, que envía don José Gómez y Moreno al Abad Mayor de Olivares don Clemente Martos, solicitando permiso para escribir la representación del referido Sermón:

"Mi estimado Amigo y Señor: Ay abran de pasar que se yo que día con un Memorial de la Hermandad a fin de que S. Señoría les conceda o dispense su permiso para el sermón que llaman de la Plaza para el Descendimiento de Cruz de la tarde del Viernes Santo, como Usted verá por el Memorial el que habiéndose bastado de mi para que se los escribiese y yo teniendo mi genio Aficionado a servir a todo el Mundo lo hecho..."[5].

Los elementos materiales que se utilizaban durante la escenificación del Sermón del Descendimiento, quedaron recogidos en los inventarios periódicos que efectuaría la hermandad del Santo Entierro y Soledad de la localidad alixeña, siendo anotados con más asiduidad tras la citada fusión llevada a cabo entre ésta y la Sacramental y Vera-Cruz. Así, en el redactado de 1807 aparecen los siguientes[6]: "Ítem. La Cruz del Descendimiento con sus atributos. Ítem. Dos escalas para el Descendimiento. Ítem. Seis pasos grandes y chicos (Se refieren a escaleras)."

En el de 1816 se especificarían[7]: Ítem. Tres Potencias. Ítem. La Corona de Espinas. Ítem. La Cruz. Ítem. El Rótulo. Ítem. Las escalas. Ítem. El Paño de los Muertos. Ítem. Los Clavos de la Cruz. De 1860 son las siguientes anotaciones[8]: "Dos Escalas para el Descendimiento, además dos Arcas la una para la cera y la otra para guardar útiles de la dicha Hermandad con sus llaves, además un Púlpito para el Orador del Viernes santo y una Cruz de Palo redondo que sirve para el Descendimiento. Dos varas de palo con Canutos de Plata labrada con dos Escudos, el uno con un viril que representa al Santísimo, y la otra con un Sepulcro y Tres Cruces todo de plata."

Para finalizar el apartado de los inventarios, algo más explícito fue el correspondiente al inventario de 1870, seis años antes que dicho acto dejase de realizarse, donde se especifica un apartado correspondiente a "Atributos del descendimiento "[9]: Primero un Rotulo. Tres Potencias de plata. Una Corona de Espinas de junco marino. Un Sudario de seda blanco y en medio una Corona de espinas goteando sangre. Tres Clavos. Un Martillo de hierro. Una Campanilla de metal con su cabo que sirve para llamar a los Hermanos la noche de honras. Un Canasto de mimbre blanco entrelargo para repartir la cera a los Hermanos.
   
Finalmente, en 1876, tres años después de proclamarse la Primera República de 1873, se produciría la última representación del denominado "Sermón del Descendimiento" en la villa de Castilleja de la Cuesta, precipitado por la mentalidad de la época, e incrementado además por ciertos motivos políticos ocasionados en la localidad[10], así como  por diversas circunstancias que afectaron de manera directa a la parroquia santiaguista donde residía la corporación desde el año de su fundación en 1567, celebrando el citado acto. El documento que acredita la finalización del ritual viene ofrecido en el siguiente escrito remitido por el párroco de Santiago, al arzobispo hispalense el señor don Luis de la Lastra y Cuesta, con fecha a 26 de mayo de 1875:

“Siendo costumbre en este pueblo hacer el Descendimiento en este pueblo en el Viernes Santo en la Plaza de la Villa y sacando los bancos fuera de la iglesia para sentarse los cofrades y el Pueblo, por varios años los han destrozado y el presente más que  nunca, a este incidente sigue, que el precioso coro que se puso en la parroquia cuando se renovó totalmente con mi celo hasta gastarse 20 mil reales, todos los años he tenido que recomponerlo; pero en el presente han dejado tan deteriorado e  incapaz que en vez de adornar el templo parroquial, sirve de escándalo, más como tampoco quieren pagar los derechos parroquiales con cuyas sumas la parte de fábricas acude a estos desperfectos, no puedo menos de acuda para los que a bien tenga que resolver ir a Vuestra Reverendísima para que medio se pueda corregir tantos males como me rodean después de mis muchos padecimientos físicos, por lo  tanto suplico a V.R, se digne ponerlo en conocimiento de la superioridad. Dios que a V.S, en Castilleja de la Cuesta y mayo 26 de 1875.   Fdo. Francisco Gabero, Escribano de Cámara de este Arzobispado.

Desaparecía para siempre, una de las tradiciones de la localidad, realizada por la hermandad de la Soledad y Santo Entierro, que durante más de 445 años  reunía cada Semana Santa a numeroso público, no solo de la localidad, sino de muchas localidades cercanas, tal y como recogería Blanco White en sus CARTAS DE ESPAÑA:
“…uno de los Sermones más completos y perfectos de este género, como es el que tiene lugar en el vecino pueblo de Castilleja”.

Otras localidades que celebraban, y aún celebran, el Sermón del descendimiento.

De 1801, es el documento relacionado con la hermandad de la Soledad de Benacazón, en el que el fraile Gerónimo Pizarro, recoleto de San Francisco del convento del Loreto, y cuaresmal de la villa de Benacazón, reclamaría al señor arzobispo que tan solo los miembros de esta orden “bajo decreto o licencia”, podrían nombrar a los correspondientes predicadores para la celebración del Sermón que el Viernes Santo en la tarde celebraba la mencionada hermandad[11]. En este mismo año, al igual que en los siete anteriores, fueron los párrocos de la localidad quienes se harían cargo del mencionado ritual, que según fray Gerónimo, ocasionaba entre los vecinos, disgustos y alborotos, pero principalmente entre las dos hermandades, Vera cruz y Soledad; de hecho en este mismo año, por haberse empeñado el cura en que predicase un cuaresmal, amigo suyo “que tenía y recibía en su misma casa”, solicitando que se renovasen los acuerdos acordados favorables a miembros franciscanos.

Respecto a la contestación remitida desde las dependencias arzobispales, se alegaba que “las hermandades de Vera Cruz y Soledad de esta Villa tiene sus capillas fuera de la Iglesia Parroquial en donde consagran sus funciones y tributan sus cultos a las imágenes de su Devoción. Hace muchos años que la hermandad de la Soledad intentaba traer predicador para la Función que hace el viernes santo por la tarde del Descendimiento, motivado por la vejez y cansancio de algunos cuaresmales, y que estos no podían llenar sus deseos para hacerse dicha función en la Plaza principal de este pueblo y ser muy numeroso en concurso del, y de los vecinos de Sanlúcar, Umbrete, Bollullos. Más a este intento y solicitud ocurrió mi mucha persuasión y cortesía, y consiguió por entonces contener a los hermanos de dicha hermandad para no traer otro predicador. Sufrieron y  oyeron  predicar este sermón al R.P. Serrano, de los mínimos cuaresmales en el año 89 en este pueblo, y en los años siguientes lo predicaron también los cuaresmales el R.P. Calderón, agustino descalzo; el R.P. SSmo (sic) carmelita descalzo, que con el trabajo que lo harían en medio de una plaza, oprimidos del peso de sus años, y el esfuerzo de su voz para extenderla a su auditorio, lo puede contemplar V.S Ilustrísima, aun continuaron persuadido de mi voz, hasta el año 94 en que habiendo venido de cuaresmal  el P. Ramírez de los clérigos menores, se desentendieron de mis amonestaciones y ocurriendo al señor D. Fabián de Miranda, provisor y vicario general en aquel entonces de este Arzobispado, ganar un Decreto, que originalmente remito adjunto a S.S Ilma. Por el cual convidaron para su Sermón a otro distinto que el cuaresmal, y lo han continuado hasta de presente, usando con muchos cuaresmales la atención que si tienen en su comunidad algún sujeto, como ellos se lo pintan lo traigan a predicar el dicho Sermón, para cubrir así su decoro? Como así sucedió al P. Regente García del convento de Loreto, que por el vino a predicar el R.P. Fray Feliciano Romero su guardián lo mismo aconteció a R.P, fray Bernardo López, mercenario calzado del convento Casa Grande de esa ciudad, el cual trajo predicarlo aun P. González de la misma Casa; así se ha manejado esta  hermandad con algunos cuaresmales; llevando tan adelante su entusiasmo, que aunque les guste el cuaresmal ipsofacto que el cuaresmal, no se lo han de convidar y queda apuntado para convidárselo el año siguiente como sucedió con el R.P. Ferrer del Colegio de Señor Santo Tomás de esa ciudad.

Es muy cierto, que en uno de esos años pasados, vino de cuaresmal a esta villa el P. Lector Barea del referido colegio, y que yo hospedaba en mi casa por cierta relación de amistad y otros respectos; y en un año inmediato al uso de este Decreto, y conociendo que al principio se hacen los panes tuertos, o derechos me empeñé con algunos hermanos lo demás suposición para cortar este bochorno, que es indispensable causarle a los cuaresmales, y en el cabildo que celebran en Domingo de Ramos se alborotaron los hermanos de tal manera con la propuesta que se les hizo que divididos en bandos y corrillos, abandonaron su cabildo y capilla, tiraron las llaves y los libros y llegué a temer con sobrados fundamentos alguna perdición y motín.

Desde entonces, el S. Ilmo. levante la mano a  mi persuasión, y los deje en manos del Concejo, que fue el medio más seguro de que vivan quietos, y sin otro escándalo que el que puedan causar a solo el cuaresmal.

En el año en que estuvo de cuaresmal el citado Padre Ferrer por haber yo estrechado un poco a los hermanos de la Soledad para que no trajeran a otro predicador, cerraron el Viernes santo su capilla, y no tuvieron ni Sermón ni cofradía.

Este es S. Ilmo. el entusiasmo de que están poseídos los hermanos de la Soledad, y no es capaz de sacarlos del ni la política ni la fuerza.

No hay en el pueblo, y menos en las hermandades los alborotos que supone el R.P. Pizarro por traer otro predicador; y por el contrario, los hay, si se les estrecha a que conviden al cuaresmal.
También informo a V. Ilma. que no es conforme a la verdad decir en el Memorial el citado Padre que estaba cerciorado y actuando de no haber tal Decreto, pues con el gusto con que le he atendido y cortejado toda la cuaresma, y que es motivo  a mi entender y obsequiar a todos los cuaresmales, le exhibí el referido decreto y se lo leí por dos veces o más, y no contento con esto lo entregué en sus propias manos y lo leyó, se cercioró y actuó.

Es cuanto tengo que informar a V.S. Ilma. En cumplimiento de su Decreto, que con la mayor veneración, respeto quedo deseoso me comunique V. Ilustrísima. Otros mandatos para obedecerlos con el mayor gusto. Benacazón y Abril 26 de 1801[12].

La resolución a tan insidioso tema fue tomada de manera rápida y contundente; así, en carta remitida al párroco de la localidad se exponía lo siguiente: “Sevilla 5 de Mayo de 1801. En atención a lo expuesto en el Memorial de la vuelta y a los informes que de nuestra Orden se han tomado acerca del: Prohibimos absolutamente que el Sermón contenido en él, no se predique en otro sitio que en la Iglesia Parroquial, sobre lo que encargamos al cura de Benacazón el mayor cuidado de su observancia para lo necesario.
Así lo decretó y firmó el Ilustrísimo Señor Co Administrador de este Arzobispado de que certifico”.

Años más tarde, en 1805, de nuevo el cura de Benacazón remitía un escrito al señor arzobispo, denunciando en esta ocasión, lo siguiente[13]: “Muy Señor mío, de mi mayor veneración…doy cuenta de los desordenes que advierta en los eclesiásticos que los cometan en este pueblo de que soy cura, le dirijo esta para hacerle sabedor del modo con que el predicador cuaresmal de esta año, que lo fue Fray Manuel de la Calle, conventual del Loreto, se ha portado en su predicación causando escándalo al auditorio y ridiculizando el Sagrado  Ministerio a presencia mía por dos ocasiones. En la primera en una plática doctrinal concluyó a pocas palabras y ningunas pruebas de la división diciendo: El fuera con la barriga vacía quien ha de tener gana de sermón; dio margen a que bajándose del pulpito dicho predicador con descomedidas risadas causase a los fieles en vez de arrepentimiento de sus culpas, un movimiento ridículo de risa. En la segunda que fue en el Sermón de Descendimiento, porque los sacerdotes que iban a hacerlo tardaron un poco hizo un ridículo paréntesis y a oda su voz dijo Se fueran? Luego, porque dichos sacerdotes no estaban prontos a quitar la corona a Nuestro Señor exclamó con burla: ¡que ligeros son los Santos Varones!

 De cuyas bufonadas tan impropias de la Cátedra del Espíritu Santo, y a vista de un concurso grande de distintos pueblos, resultó una mofa, risa y escándalo, llamando al Sermón Cuento, Entremés y otros ignomicios nombres indignos del Sagrado Ministerio de la predicación.

El disgusto que me causó dichas chocarrerías, el sentimiento de ver ultrajado el Ministerio Santo me lo conoció dicho predicador (a quien no reprendí por no causar mayor escándalo, y por recurrir a la superioridad como lo hago) y a pesar de constarme, me previene venganza si tomo alguna providencia no tratando de otra cosa yo quede no tener responsabilidad para con Dios; y dejando a este para mi inteligencia servido y defendido del desprecio con que se trató la predicación del santo Evangelio, doy cuenta a V.S, para que tome con su notoria ciencia y prudencia la determinación que estime más justa. Nuestro Señor guarde a V.S, su importante vida los años que le deseo. Benacazón y Abril 19 de 1805”.

De mayor antigüedad es el documento en el que se mencionan a las dos hermandades de la villa de Albaida, Santa Vera Cruz y Nuestra Señora de la Soledad[14].

Así en el día 12 de abril del año 1763, las dos hermandades mencionadas de la villa de Albaida, enviaban un escrito al señor arzobispo alegando que los predicadores elegidos para los correspondientes sermones realizados en la localidad, el de Pasión de Jueves Santo y el del Descendimiento del Viernes Santo, que, “…aunque han sido muy doctos, y de ejemplar vida, no han solido tener aquella gracia y fervor que necesitan los dos Sermones de pasión el Jueves Santo y con especialidad el del Viernes Santo, al que es muy excesivo el concurso de todos los pueblos inmediatos, de que se origina enturbiarse el fervor en las hermandades, mucha decadencia en las limosnas, irrisión en lo poco timoratos…, ambas hermandades suplican a V.S, que en lo sucesivo, admitido que sea el Predicador cuaresmal en aquella Villa, si les pareciere que no puede cumplir con la exactitud que corresponde a dichos dos Sermones.”[15]. Solicitando finalmente que fuesen las referidas hermandades las encargadas de su elección en los años venideros, “Puedan desde luego elegir a quien tuvieren por conveniente, pues de este modo, se avivará el fervor en las hermandades, se multiplicarán las limosnas, y el culto Divino irá en sus mayores aumentos…”[16].

En esta ocasión el fallo fue negativo a tal petición, siendo denegado por la autoridad arzobispal, “No ha lugar las pretensiones de las Hermandades en cuanto a elegir Predicador para los dos Sermones de Pasión y Descendimiento; pero téngase presente este Memorial en la notaría para que todos los años se nombre Predicador Cuaresmal que desempeñe su obligación y de gusto a las Hermandades y a todos los vecinos de Albayda. El Abad”[17].

Una  nueva fuente documental, relacionada con el Sermón del Descendimiento, está relacionada con la hermandad de Nuestra Señora de la Soledad de la localidad de Alcalá del Río de Sevilla[18]. Datada en el día 20 de enero del año 1837, y firmada por su Hermano Mayor, el señor Manuel María Labreña, quién haría mención de cómo desde tiempo inmemorial, tenía por costumbre la hermandad costear dicho sermón antes de la salida de su cofradía el Viernes Santo por la noche, ofrecido por un religioso designado por la autoridad arzobispal. En el referido año solicitaba por vez primera la elección particular para dicho acto, sin intervención alguna de la autoridad eclesiástica competente, “… fuese el Cuaresmal u otro…”[19].

En esta ocasión, dicha petición fue rechazada el día 18 de febrero del citado, argumentándose lo siguiente, “No ha lugar esta solicitud en el presente año por hallarse el actual Predicador Cuaresmal adornado de cuantas cualidades pueda desear la Hermandad en un buen orador. Así lo decreto y rubricó el Señor Gobernador de que certifico, Francisco Rimero y Gómez”[20].

El último documento al que nos referiremos, nos trasladan a la ciudad de Jerez de la Frontera, y a algunas de sus hermandades[21], estando relacionado en esta ocasión, no solo con el Sermón del Descendimiento, sino a otras “licencias” que se permitían, al margen de la ley, algunas hermandades durante sus desfiles procesionales.

Así, en el presente escrito, redactado el 11 de mayo de 1778, por el Capellán y Seguro Servidor de la dignidad arzobispal, residente en la ciudad de Jerez, el señor Dr. Manuel María Pérez, argumentaba la falta de piedad y devoción ofrecidas por diversas cofradías durante las procesiones de Semana Santa. Solicitando para ello que, solo se permitiese, “…en esta ciudad las Procesiones que fomentasen la verdadera piedad y devoción, y que estas saliesen a horas proporcionadas y no de noche; cuyo Decreto autorizó y renovó nuestro tan Católico Monarca Carlos III, (q.D.g) por su Real Cédula en el Sitio del Pardo a 20 de febrero de 1777; mandando por ella, entre otras cosas, se recogiesen y finalizasen antes de ponerse el sol…”[22]. Con posterioridad, dicho Real Decreto fue expedido por el señor Arzobispo hispalense el señor don Francisco Javier Delgado Venegas, mandando su puntual observancia.

Respecto a la mencionada Orden, fueron varias corporaciones las que se saltarían las normas en el año 1778. La de la Soledad, que por aquellos años procesionaba desde su capilla en el colegio de religiosos Mínimos de esta, finalizando su procesión a las nueve de la noche., debiendo penarse por ello.  La de Nuestra Señora de la Piedad, que salía de la capilla del Calvario con dicha imagen y otra de Nuestro Señor Crucificado, “que en medio de una Plaza pública llamada Arenalejo de Santiago, tienen formado un tablado en el que colocándose dichas Sagradas Imágenes a vos de Predicador se hace el Descendimiento de la Cruz, cuya representación tiene prohibida el sínodo de nuestro arzobispado como puede en el verlo V.S…”[23].

Que se suspendiese el Sermón de las Tres Caídas, con la imagen de Jesús el Nazareno, celebrado en la Plaza Mayor, titulada del Arenal; y otro sermón que se celebraba en la Plaza del Arroyo, con motivo de la procesión que salía de la parroquia de San Mateo, “…y aunque en esta no se ejecuta acto ni representación alguna con la Sagradas Imágenes, se ve precisado el Preste que asiste con capa y estola acompañado de algunos eclesiásticos a retirarse a una casa puerta o casa inmediata donde está hasta que el Sermón se finaliza, sin atender a que dichos actos se desordena la procesión…”[24].

Finalmente, todos estos hechos fueron expuestos ante el señor arzobispo, instando a que se les penasen hasta nueva orden, “ Repito que juzgo lo más acertado (salvo en todo el superior acertado dictamen de V.S.) el que no de predique en las calles o Plazas, porque por este medio excusamos la disputa, que de dichas  representaciones se hacen, o no con devoción, y por tanto invitaran por su continuación: justísima razón tendrían los doctos y justificados varones que asistieren al sínodo nuestro para prohibir el Descendimiento dicho”[25]. Argumentando finalmente, como el vicario, desde tiempo inmemorial, publicaba un edicto el Domingo de Ramos en todas las iglesias de la ciudad, en el que se recogían y señalaban las horas a las que debían salir las procesiones, tal y como lo prevenía el Sínodo.

                      Santísimo Cristo de los Remedios. Obra de Marcelino Roldán hacia 1705. 
                                      Podemos apreciar la articulación de los brazos con motivo del Descendimiento.
                                                             Detalle.

                                      Recreación de Calvario. Santísimo Cristo de los Remedios. 
                                                                             Nuestra Señora de la Soledad y San Juan Evangelista.
                                       Recreación del Sermón del Descendimiento. Cantillana.
                                               Recreación del Descendimiento. Alcalá del Río.

                                                Recreación del Descendimiento. Mairena del Alcor.




















[1] CAÑIZARES JAPÓN, R. Las Hermandades de la Soledad y Santo Entierro en el Antiguo Reino de Sevilla, Sevilla, 2014. p.38.
[2]Documentación extraída del: "MANIFIESTO que publica la REAL HERMANDAD SACRAMENTAL DEL SANTO ENTIERRO DE NTRO. SEÑOR JESUCRISTO, TRIUNFO DE LA SANTA CRUZ Y MARÍA SANTÍSIMA DE VILLAVICIOSA". Sevilla, abril de 1996.
[3] Por el anterior documento creemos que la festividad de la Resurrección de Jesús que nuestra Hermandad celebra bien pudiera  remontarse algunos años después de haberla instituido su homónima la Hermandad del Santo Entierro de Sevilla, es decir, hacia 1595. Siendo por ello la primera Hermandad de la villa que celebrase la misma.
[4] BLANCO WHITE, J.M: Cartas de España. Reed. Sevilla 1972. Alianza Editorial. pp. 223-27.

[5]APO, Secc. Castilleja de la Cuesta. Legajo nº 110. Documento independiente.
[6]AHSCC, Libro de Inventario del año 1807, s/f.
[7] Ídem. Año 1816. s/f.
[8] Ídem. Año 1860. s/f
 [9]Ídem. Año 1870. S/f.
[10] Prieto Gordillo, Juan, HISTORIA SOCIAL, Castilleja de la Cuesta Puerta del Aljarafe. Castilleja de la Cuesta, año 2010, Capitulo correspondiente al siglo XIX, pp.283-367.
[11] AGAS, Sec. Asuntos despachados. Año 1801.leg.107 antiguo; s/f.
[12]Ibíd.
[13]Ibíd.
[14] APO, Secc. Asuntos Despachados. Año 1763.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd.
[17] Ibíd.
[18] AGAS, Sección Asuntos Despachados, leg. 217, s/f.
[19] Ibíd.
[20] Ibíd.
[21] AGAS, Sección asuntos despachados, leg. 48.s/f.
[22] Ibíd.
[23] Ibíd.
[24] Ibíd.
[25] Ibíd.