GABRIEL TORRES DE NAVARRA Y MONSALVE, DEÁN Y CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE
SEVILLA FALLECIÓ EN CASTILLEJA DE LA CUESTA EN 1757.
Juan Prieto Gordillo
Profesor de la Universidad de Huelva
A lo largo de la dilatada historia de Castilleja de la Cuesta, varias han
sido las personalidades, que de diversa índole y condición social han pasado
los últimos días de sus vidas entre sus vecinos. A los nombres de Hernando
Cortés Pizarro, el Conquistador; y el Abad de Olivares, Juan Bautista Navarro,
añadimos ahora el del Deán y Canónigo de la Santa Iglesia de Sevilla, D.
Gabriel Torres de Navarra y Monsalve.
El hallazgo de la partida de entierro en el Archivo Parroquial de
Santiago de Castilleja de la Cuesta, y la afirmación de su fallecimiento en la
mencionada localidad, me ha llevado a profundizar sobre la personalidad de Gabriel
Torres de Navarra y Monsalve, considerado por sus contemporáneos como un
auténtico “Santo”.
Para ello haré mención
al Sermón que tras su fallecimiento, el día 20 de julio de 1757, a los 79 años
de edad, fue editado y publicado en Sevilla en la Imprenta de Joseph Padrino,
mercader de libros, en la calle Génova de Sevilla. (Oración Panegírica-Funeral que en
las honras que a la buena memoria del Ilustrísimo Señor Don Gabriel Torres y
Navarra, y Monsalve, Caballero de la Orden de Santiago, Deán de la santa
Iglesia Metropolitana, y Patriarcal de la ciudad de Sevilla. Celebró el
venerable clero de la santa Iglesia de Santa maría de la Villa de Lebrija el
día 28 del mes de agosto de 1757) En el mismo se cogieron, además de
una multitud de alabanzas en su honor, algunos datos biográficos que ilustran
su vida.
A continuación, os
presento a la figura de Gabriel Torres de Navarra, con la aportación de algunos
extractos contenidos en el citado manuscrito, acompañados de otras fuentes
documentales de diversa procedencia.
Gabriel Torres de Navarra y Monsalve III
Marqués de Campo Verde nace en Sevilla el día 28 de enero de 1678, hijo de Luis Torres de Navarra, primer
marqués de Campoverde, y de María Ambrosia Blázquez, Agüero y Céspedes;
heredando el título y mayorazgo familiar.
“Nació el Ilustrísimo Señor Don
Gabriel de Torres Navarra, y nación de padres tan Cristianos como Caballeros;
que la Nobleza, que no hace alarde de Cristiana, tiene tan poco de hidalga, y
de Señora, que no merece escribirse en los libros de Caballería. La Caridad y la virtud es la mejor
executaría, de cualquier conde y marqués. Tales fueron toda su vida los
Ilustres Señores Don Luis de Torres Navarra y de Doña María Ambrosia Blázquez,
sus padres ambos ejemplares vivos, sino de María y José; o al menos de Ana y
Joaquín”.
A los seis años estaba bastante instruido en
las Máximas de Nuestra Religión; y desde los siete empezó, de ocho a ocho días,
la frecuencia de los Santos Sacramentos;
rezando todos los días el Rosario, y ejerciendo otros muchos actos de
devoción, que raar o pocas veces se ven en aquella edad.
Y en confirmación de esta verdad, sucedió el
caso que diré: entró en Sevilla en una casa, tan humilde como desdichada, donde
vivían unas pobres infelices, y después de socorrerlas, les preguntó: si tenían
aceite para alumbrarse; respondieron que no: ¡pues venga la alcuza!, dijo su
señoría, iré yo por aceite para que se alumbren; y tomando la alcuza, y no
hallando criado alguno a la puerta, se fue a la tienda muy encubierto, y
socorrió esta necesidad por sí mismo.
Murió, señores, el limosnero de Dios, el
banco de sus tesoros; el segundo Gabriel en carne, la Fortaleza, sino de Dios,
de sus pobres, las Torres de la abundancia de sus limosnas, de quién quizás
diría David: Et abundantia in Turribus tuis, el Ilustrísimo Señor Don Gabriel
de Torres Navarra; murió, y con su muerte pudieron echarse a a morir todos los
pobres de Sevilla, que solo alentaban y alentaban de sus limosnas.
Fue caso que yendo un día con su Madre en el
coche, al estribo, dio la rueda en vago, cayó el niño, y cuando pensaban, que
hubiese muerto, por haberle pasado por encima, se levantó bueno y sano, y con
tanta alegría y fiesta, como si hubiese pasado sobre él la rueda de la Fortuna.
De otro lance igual a este se liberó, confesando el Niño, que una Señora lo
había sostenido de la mano, en el que lo encomendó su madre a Nuestra Señora de
Guadalupe, a quién se le atribuyó este milagro admirable.
En todas virtudes empezó a ejercitarse, pero
con especialidad, en la Caridad con los pobres, entre quienes repartía varias
cantidades y limosnas, que sus padres fiaban a su conducta.
Ya mancebo, ya joven, huyó del dorado lazo
del Matrimonio. De edad de dieciséis años, solicitó entrar con otro compañero
contemporáneo en la Sagrada Compañía de Jesús, pero el Padre Maestro Florencio
de Medina, Provincial entonces, le respondió de esta forma: Antonio, (señalando
al compañero), se que entrará en la Compañía; pero tú, Gabriel, no; porqué Dios
te quiere como canónigo, y cosas mayores; como de hecho se verificó, siéndolo
de la Santa Iglesia de Sevilla, y acabando Deán de ella.
A los 18 años padeció del pecho, y lo
sangraron. De edad de veinte y un años, abandonando Títulos y Mayorazgos, se
ordenó de Orden Sacro. Ordenase a los veinte y tres años, con dispensa de
Sacerdote, y desde entonces y como canónigo, estableció el método de su vida,
en la forma siguiente: levantase en invierno antes del alba, y en el verano
antes de las cuatro, tenía más de una hora de Oración mental, media de
preparación para la misa que decía con notable edificación, y compostura; y en
otra que decía después, daba gracias al Señor;
y tomando un levísimo desayuno, iba a su iglesia, en cuyo Sagrado Coro,
entrando el primero, salía el último…; volvía a su casa, tomaba en ella una tan
grosera, como parca comida, descansaba después un cuarto de hora, y rezando
después la Corona de la Santísima Virgen, y a continuación Vísperas y Maitines,
y Laudes, volvía al Coro, y acabado de este, salía a consolar muchas almas, y
en visitar Enfermos, consolándolos y socorriéndolos, empleaba el resto de
tarde. A la noche tenía media hora de Oración, media de Lección Espiritual, un
cuarto de hora de examen de Conciencia, y tomando después una leve cena, se
recogía, para volver por la mañana a la misma tarea. Este tenor y régimen de
vida siguió toda la suya, desde su mocedad hasta su senectud, en más de ochenta
años que vivió.
Andaba por las calles de Sevilla, ya
confesando, ya auxiliando, ya remediando; en el de veinte vino gran porción de soldados enfermos de Ceuta a
Sevilla, y se hallaba su Ilustrísima de visitador del Hospital del Cardenal, a
donde iban a parar para su curación, y era una maravilla ver el amor y caridad
con que los trataba, tomándolos en sus mismos brazos…
En el año de 50, sucedió que estando una
noche afligida de el hambre, una pobre viuda con dos hijas, pues en el día no
se habían alimentado de cosa alguna, cuando menos pensaban, tocó su Ilustrísima
a la puerta, y le dio una moneda, que a ella le pareció de diez reales, pero
era de diez pesos, para que se remediasen y se socorriesen…
Su humildad, hermana de la Piedad, le hizo
renunciara tres Mitras: la de Guadix, la
de Córdoba y el Arzobispado de Lima. Hubo de tomar posesión del Arzobispado de
Sevilla, por el Señor Infante, después fue nombrado Deán de Sevilla.
Murió Deán de Sevilla, que no quiso ser
Arzobispo de Lima; y murió como había vivido, con los ojos en el Cielo, y los
labios en el Salterio, porque repitiendo versos, y verificando salmos, fue el último aliento
de su Corazón. Así expiró con la misericordia de Dios en los labios, el que
había respirado con la misericordia de los hombres en las manos; siendo el
clamor y alarido de la pobreza. Conservose flexible, y movedizo su Venerable
Cuerpo por más de treinta horas que estuvo insepulto: y lo que es más, que
despedía de si un olor tan notable, y tanto, que muchos sujetos graves de
diversas religiones, que traídos por su ejemplar vida, estuvieron bastante rato
aplicando su nariz, y boca, certificaron unánimes, este mismo olor, y fragancia
de flores.
Y si en las puertas se han de alabar sus
obras, no se hallará puerta en Sevilla en que no le erijan una estatua a su
Caridad, y Misericordia…; al Venerable cuerpo del Excelentísimo Señor Don
Gabriel de Torres Navarra, concurrieron entonces los Hijos de nuestro Padre San
Pedro, el Ilustrísimo Cabildo de la Santa Iglesia de Sevilla, como ahora en
repetidas veneraciones ha asistido a la Fúnebre celebridad de sus honras, el de
esta santa Iglesia de Lebrija, que costeó estas exequias; y concurrieron
también entonces al oír el dolorido clamor de las Viudas de aquella ciudad y
demás pobres, que mostrando sus sayas, sus mantos, sus capas, sus vestidos,
confundían cerda de su féretro la piedad con los alaridos, diciendo unos: a mí
me daba de comer; diciendo otros, a mi
me daba vestidos; a mí me libró de la muerte;
a mí de ejecutarla; a mí, decía una, me sacó del vicio; a mí, decía
otra, me introdujo a la virtud; a mí, decía otro, que corría desbocado, y ciego
por la senda de mis apetitos, me atajó el paso, y me metió por camino; a mí,
decía este, desató mi corazón empedernido en culpas, hasta deshacerlo por los
ojos en tiernas lágrima”.
Seguidamente, ofrezco
la partida del entierro de D. Gabriel Torres de Navarra, registrada y
localizada en la parroquia matriz de Santiago Apóstol de Castilleja de la
Cuesta. Respecto al lugar exacto de
su fallecimiento, provocado por “dolencias
cardíacas”, es posible que se produjese en el convento de franciscanos descalzos de
Nuestra Señora de la O, existente en la misma localidad desde 1635, donde
posiblemente se hubiese desplazado para una visitar a algunos religiosos, o
para debatir algunas cuestiones con el párroco de Santiago de la localidad:
“21 de julio de 1757
En dicho día se enterró en la Iglesia, junto
al altar de Santa Cruz el cuerpo difunto del Señor Ilustrísimo D. Gabriel
Torres de Navarra, Deán y Canónigo de esta Santa Iglesia, Caballero de la Orden
Militar de Santiago, Arzobispo de Mytilene; habiendo renunciado a dos mitras,
la de Guadix y otra, que murió en Castilleja de la Cuesta y se trajo a su casa
donde concurrió a su entierro todo el clero de las parroquias por mandato del
Excelentísimo Señor Solís y todos los religiosos a hacer encomienda, y fue coadministrador
de este arzobispado por Su Alteza Real. Testó ante Pedro Leal. Albacea, el
señor marqués de Peñuela, su hermana y sobrina y otros.”
(Parroquia
matriz de Santiago de Castilleja de la Cuesta. Libro de defunciones nº 25,fol.194)
Finalmente, en la obra
titulada: Memorias Sepulcrales de la
Catedral de Sevilla, basado en los
manuscritos que legaron los canónigos hispalenses Juan de Loaysa (1633-1709) y,
ya en el siglo XVIII, Juan Nepomuceno González de León, aparece recogida la siguiente reseña:
TORRES
DE NAVARRA, (Y MONSALVE), Gabriel.
Deán, canónigo, 1757.
“D.O.M.
Aquí yace Don Gabriel Torres de Navarra, Deán y Canónigo de esta Patriarchal
Iglesia y coadministrador en lo espiritual simul con el Serenísimo Sr.
infante cardenal D. Luis de Borbón,
arzobispo de esta ciudad. Pide por la pureza de la Virgen Reina de los Ángeles,
María Santísima Nuestra Señora, le encomienden a Dios cuantos leyeren estos renglones. Este
epitafio lo dictó estudiosamente, en tan llano y común estilo, la humildad de
este Ilustrísimo y venerable héroe para lograr los sufragios de todos los
fieles que lo leyesen previniendo que ni en el sepulcro se hiciese mención de
las dignidades y honoríficos empleos, a que se resistió en vida. Murió a 20 de
julio de 1757, de 79 años de edad. Quiso ser enterrado en esta bóveda por
devoción a la Santísima Cruz y por estar sepultada en ella la muy ilustre Sra.
Dª Antonia Torres de Navarra, hermana del dicho Sr. Ilustrísimo, que falleció
el día 15 de junio de 1735, señora también de ejemplar virtud, mujer del Sr. D.
Josep Chacón Medina y Salazar, caballero de la Orden de Santiago, marqués de la
Peñuela, patrono de esta capilla, entierro y bóveda. R.I.P.A.” González de León,
ff.20-21.
(Véase: SERENATA alegórica
para solemnizar la posesión que por el Sr. Infante cardenal Don Luis Jaime de
Borbón, tomo de el arzobispado de Sevilla
su Co- administrador el Ilmo.
Señor D. Gabriel Torres de Navarra, Arcediano Titular y Canónigo de esta
Santa Patriachal Iglesia y arzobispo electo de Milytene. [Sevilla, s. i.]
[1742] Sevilla. Municipal.
Varios 9 (5).
Francisco Aguilar
Piñal, IMPRESOS
SEVILLANOS DEL SIGLO XVIII. Madrid, 1974.
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