Datos históricos sobre El Sermón del Descendimiento de la hermandad del Santísimo Cristo
de los Remedios y Nuestra Señora de la
Soledad de Castilleja de la Cuesta (Sevilla). Otros.
Juan Prieto Gordillo
Doctor en Historia del Arte
Archivero de la Hermandad Sacramental de Santiago
Tal y como recoge el
historiador Cañizares Japón en su obra, Las
Hermandades de la Soledad y Santo Entierro en el Antiguo Reino de Sevilla,
(Sevilla, 2014)[1], todo
parece indicar, que la escenificación del Descendimiento, incluida dentro del
denominado Sermón del Descendimiento, se venía ya representando en otras zonas
de la península desde los años finales del siglo XV, con el titulo de Sermón de las Siete Palabras y
Descendimiento.
Los primeros datos acerca del
acto denominado como "Descendimiento
de Cristo", celebrado en Sevilla, viene dados a finales del
siglo XVI; el hecho fundacional de dicha representación fue llevado a cabo por
la hermandad de la Soledad hispalense, siendo retomada poco tiempo después por
otra corporación, la hermandad del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo con
la de Nuestra Señora de Villaviciosa tras la fusión llevada a cabo entre ambas.
A partir de esta unión, dicho acto se siguió representando tal y como indica el
historiador Abad Gordillo[2]:
Se efectúa una ceremonia en la
noche del Jueves Santo donde se ponía en un collado cerca de su residencia, la
imagen del Crucificado acompañado de los dos ladrones, en alto, y al pie de de
Cruz las imágenes de Nuestra Señora, San Juan Evangelista y las Marías, rodeado
de luces. A las tres de la tarde del Viernes Santo un predicador trataba el
momento de la Cruz (Pregón del Descendimiento) y el Descendimiento de Cristo,
que se llevaba a cabo por sacerdotes, situándolo en el regazo de la Santísima
Virgen, desde allí lo trasladaban en unas parihuelas al oratorio de la cofradía
y disponía su entierro, marchando a la Santa Iglesia Catedral, donde le
esperaba el Cabildo, y a la vuelta el Cristo Yacente se quedaba en el convento
de San Pablo, en cuyo jardín existía un sepulcro, trasladándose el resto de la
procesión a su oratorio. El Domingo de Pascua, aparecía sobre el sepulcro la
imagen de Cristo Resucitado, y los hermanos venían vestidos de sus mejores
galas y acompañados de música lo llevaban con gran solemnidad a su templo,
donde se celebraba la fiesta de la Resurrección[3].
Al igual que otros actos
litúrgicos, este del Descendimiento de la corporación hispalense influiría también
en otras hermandades de similar advocación de localidades cercanas, tales como:
Alcalá del Rio, La Algaba, Benacazón, Mairena del Alcor, y muy especialmente,
en la denominada por aquel entonces, Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo
y Nuestra Señora de la Soledad de Castilleja de la Cuesta; o algo más
retiradas, tal y como ocurriría en Estepa, Jerez de la Frontera, El Puerto de
Santa María, o Antequera entre otras. Pocas son, hasta la fecha, los estudios
llevados a cabo relativos al denominado, SERMÓN
DEL DESCENDIMIENTO. De enorme interés es la reseña bibliográfica recogida por
el historiador José María Blanco
White de 1806[4], en la
que se recoge con gran cantidad de
detalles el que se realizaba a comienzos del la centuria decimonónica, en la
fachada de la capilla de la Santísima Trinidad, hoy desaparecida, que estuvo
ubicada en plaza de la villa de Castilleja de la Cuesta, hasta el último tercio
del mencionado siglo. Este hecho, quedaría perfectamente narrado en su obra: CARTAS DE ESPAÑA, cuyo contenido se expone a continuación:
AÑO
DE 1806. Carta IX. José María Blanco White.
Como los cultos del Viernes
Santo se celebran a una hora temprana y son cortos, tanto la gente alegre como
los devotos no sabrían cómo gastar el resto del día si no fuera por los
grotescos Sermones de Pasión de los barrios y pueblos cercanos, y sobre todo por
la ceremonia más solemne, conocida con el nombre de Tres Horas.
La función religiosa está
organizada de manera que el reloj de las tres de la tarde al final de la
meditación, exactamente a las palabras TODO SE HA CUMPLIDO.
La descripción de la muerte del Salvador, poderosamente pintada por el autor de
las TRES
HORAS, no deja de impresionar la
imaginación cuando se escucha bajo la influencia de tal música y escenario; y
cuando al dar el reloj la primera campanada de las tres, el sacerdote se
levanta de su asiento y con fuerte y conmovida voz anuncia la consumación del
tremendo sacrificio, en cuyo penoso y sangriento proceso el espíritu se ha
detenido tanto tiempo, pocos son los corazones capaces de resistir la impresión
y menos todavía son los ojos que pueden ocultarla. las lágrimas bañan las
mejillas de todos los asistentes, y los pechos femeninos se ven agitados por
los sollozos. Tras un saludo de despedida pronunciado desde el púlpito, la
ceremonia acaba con la interpretación de una pieza musical en que la
inspiración del gran compositor presenta una magnífica imitación del desorden y
agitación de la Naturaleza que cuentan los evangelistas.
Los Sermones de Pasión para las
clases bajas podrían considerarse como una parodia de las Tres Horas. Los
suelen pronunciar al aire libre los frailes de las órdenes mendicantes en los
barrios de la ciudad habitados principalmente por las clases humildes. Los
jóvenes amigos de divertirse, que no sienten ningún escrúpulo en aliviar la
tristeza y monotonía de un Viernes Santo, ni tiene reparo en descubrirse con
una risa extemporánea, se abandonan con frecuencia a la aventura de asistir a
uno de los Sermones más completos y perfectos de este género, como es el que
tiene lugar en el vecino pueblo de Castilleja.
Delante de la puerta de la
iglesia se dispone un púlpito, desde el cual un fraile de estentórea voz
pronuncia una historia de la Pasión bastante mejorada, tal como le fue revelada
a Santa Brígida, monja franciscana que nos dejó una detallada y pintoresca
narración de la vida y muerte de Cristo y de su Madre, según le dictó la misma
Virgen María. Sin Embargo, esta narración anual hubiera perdido la mayor parte
de su interés a no ser por las ilustraciones plásticas que mantienen la
expectación y aseguran la atención de los oyentes. En tiempos más antiguos
existió la costumbre de presentar a lo vivo al apóstol San Pedro - personaje
que pertenecía por derecho natural e inalienable a la cabeza más calva del
pueblo-, que presentaba la escena de las negaciones, en la que juraba por
Cristo que no conocía a aquel hombre. Esta edificante parte de la narración se
omite en Castilleja, pero, en cambio, un buen actor imita el canto del gallo de
manera tan viva y natural que hace que todos los gallos valientes de la
vecindad contesten al desafío. Más adelante el sonido de una trompeta anuncia
la publicación de la sentencia distada por el gobernador romano y que es
publicada con precisión legal por el pregonero del pueblo, en el mismo estilo
con que se anuncia en España una ejecución capital. Apenas el pregonero ha
pronunciado la última palabra, cuando el predicador, en frenético arranque, le
da el mentís y maldice la lengua que ha pronunciado tal blasfemia. El
predicador invita a un ángel a que venga a contradecir a Pilatos y a los judíos,
y en efecto, obediente a la llamada del orador, un niño vestido con un traje
muy llamativo de colores chillones y provisto de un par de alas de cartón
dorado, aparece al momento en una ventana y proclama el auténtico veredicto de
los cielos. Algunas veces, en medio de la narración del fraile, sacan una
imagen de la Virgen María que sale al encuentro de otra de Cristo camino del
Calvario, y los dos se despiden muy emotivamente en la calle. pero lo que nunca
se omite es la aparición de la Virgen con un pañuelo en la mano para hacer una
colecta con destino al entierro de su Hijo, tanto porque es un medio eficaz de
hacer llorar a toda la audiencia femenina como porque produce una buena
recaudación para el convento. La ceremonia concluye con el descendimiento,
operación en la que se desclava de la Cruz un Cristo de tamaño natural. Lo
hacen dos frailes, que representan a José de Arimatea y Nicodemo, y con
escaleras y útiles de carpintería descuelgan una figura articulada que colocan
después en un ataúd y lleven a la iglesia como si fuera un verdadero entierro.
Tras casi más de dos siglos de
representarse el Descendimiento con su correspondiente Sermón, sería durante el
reinado de Carlos IV, cuando dejaría de realizarse, tal vez por la situación
ideológica y económica por la que atravesaba el país y sus instituciones,
cuestión que afectaría también a las distintas hermandades existentes por
nuestra geografía andaluza. El tema económico sería clave para la fusión
efectuada con la Sacramental y Santa Vera-Cruz de la parroquia santiaguista
matriz de Castilleja de la Cuesta. Tras algunos años de ausencia, tenemos
constancia a raíz de 1800, de la vuelta a las representaciones del Sermón, por
una carta fechada el día 3 de abril del citado, que envía don José Gómez y
Moreno al Abad Mayor de Olivares don Clemente Martos, solicitando permiso para
escribir la representación del referido Sermón:
"Mi estimado Amigo y Señor: Ay abran de pasar que se yo que día
con un Memorial de la Hermandad a fin de que S. Señoría les conceda o dispense
su permiso para el sermón que llaman de la Plaza para el Descendimiento de Cruz
de la tarde del Viernes Santo, como Usted verá por el Memorial el que habiéndose
bastado de mi para que se los escribiese y yo teniendo mi genio Aficionado a servir
a todo el Mundo lo hecho..."[5].
Los elementos materiales que
se utilizaban durante la escenificación del Sermón del Descendimiento, quedaron
recogidos en los inventarios periódicos que efectuaría la hermandad del Santo
Entierro y Soledad de la localidad alixeña, siendo anotados con más asiduidad
tras la citada fusión llevada a cabo entre ésta y la Sacramental y Vera-Cruz.
Así, en el redactado de 1807 aparecen los siguientes[6]:
"Ítem. La Cruz del Descendimiento con sus atributos. Ítem. Dos escalas para el Descendimiento. Ítem. Seis pasos grandes y chicos (Se refieren a
escaleras)."
En el de 1816 se
especificarían[7]: Ítem. Tres Potencias. Ítem. La Corona de Espinas. Ítem. La Cruz. Ítem. El Rótulo. Ítem. Las escalas. Ítem. El Paño de los Muertos. Ítem. Los Clavos de la Cruz. De 1860 son las siguientes anotaciones[8]: "Dos Escalas para el
Descendimiento, además dos Arcas la una para la cera y la otra para guardar útiles
de la dicha Hermandad con sus llaves, además un Púlpito para el Orador del
Viernes santo y una Cruz de Palo redondo que sirve para el Descendimiento. Dos
varas de palo con Canutos de Plata labrada con dos Escudos, el uno con un viril
que representa al Santísimo, y la otra con un Sepulcro y Tres Cruces todo de
plata."
Para finalizar el apartado de
los inventarios, algo más explícito fue el correspondiente al inventario de
1870, seis años antes que dicho acto dejase de realizarse, donde se especifica
un apartado correspondiente a "Atributos del descendimiento "[9]: Primero un Rotulo. Tres Potencias de plata. Una Corona de Espinas de junco marino. Un Sudario de seda blanco y en medio una Corona de
espinas goteando sangre. Tres Clavos. Un Martillo de hierro. Una Campanilla de metal con su cabo que sirve para llamar a los
Hermanos la noche de honras. Un Canasto de mimbre blanco
entrelargo para repartir la cera a los Hermanos.
Finalmente, en 1876, tres años
después de proclamarse la Primera República de 1873, se produciría la última
representación del denominado "Sermón del Descendimiento" en
la villa de Castilleja de la Cuesta, precipitado por la mentalidad de la época,
e incrementado además por ciertos motivos políticos ocasionados en la localidad[10],
así como por diversas circunstancias que
afectaron de manera directa a la parroquia santiaguista donde residía la
corporación desde el año de su fundación en 1567, celebrando el citado acto. El
documento que acredita la finalización del ritual viene ofrecido en el
siguiente escrito remitido por el párroco de Santiago, al arzobispo hispalense el
señor don Luis de la Lastra y Cuesta, con fecha a 26 de mayo de 1875:
“Siendo costumbre en este pueblo hacer el
Descendimiento en este pueblo en el Viernes Santo en la Plaza de la Villa y
sacando los bancos fuera de la iglesia para sentarse los cofrades y el Pueblo,
por varios años los han destrozado y el presente más que nunca, a este incidente sigue, que el
precioso coro que se puso en la parroquia cuando se renovó totalmente con mi
celo hasta gastarse 20 mil reales, todos los años he tenido que recomponerlo;
pero en el presente han dejado tan deteriorado e incapaz que en vez de adornar el templo
parroquial, sirve de escándalo, más como tampoco quieren pagar los derechos
parroquiales con cuyas sumas la parte de fábricas acude a estos desperfectos,
no puedo menos de acuda para los que a bien tenga que resolver ir a Vuestra
Reverendísima para que medio se pueda corregir tantos males como me rodean
después de mis muchos padecimientos físicos, por lo tanto suplico a V.R, se digne ponerlo en
conocimiento de la superioridad. Dios que a V.S, en Castilleja de la Cuesta y
mayo 26 de 1875. Fdo. Francisco Gabero, Escribano de Cámara de
este Arzobispado.
Desaparecía
para siempre, una de las tradiciones de la localidad, realizada por la
hermandad de la Soledad y Santo Entierro, que durante más de 445 años reunía cada Semana Santa a numeroso público,
no solo de la localidad, sino de muchas localidades cercanas, tal y como
recogería Blanco White en sus CARTAS
DE ESPAÑA:
“…uno
de los Sermones más completos y perfectos de este género, como es el que tiene
lugar en el vecino pueblo de Castilleja”.
Otras localidades que
celebraban, y aún celebran, el Sermón del descendimiento.
De 1801,
es el documento relacionado con la hermandad de la Soledad de Benacazón, en el
que el fraile Gerónimo Pizarro, recoleto de San Francisco del convento del
Loreto, y cuaresmal de la villa de Benacazón, reclamaría al señor arzobispo que
tan solo los miembros de esta orden “bajo
decreto o licencia”, podrían nombrar a los correspondientes predicadores
para la celebración del Sermón que el Viernes Santo en la tarde celebraba la
mencionada hermandad[11]. En
este mismo año, al igual que en los siete anteriores, fueron los párrocos de la
localidad quienes se harían cargo del mencionado ritual, que según fray
Gerónimo, ocasionaba entre los vecinos, disgustos y alborotos, pero
principalmente entre las dos hermandades, Vera cruz y Soledad; de hecho en este
mismo año, por haberse empeñado el cura en que predicase un cuaresmal, amigo
suyo “que tenía y recibía en su misma
casa”, solicitando que se renovasen los acuerdos acordados favorables a
miembros franciscanos.
Respecto a
la contestación remitida desde las dependencias arzobispales, se alegaba que “las hermandades de Vera Cruz y Soledad de esta Villa tiene sus capillas fuera de la
Iglesia Parroquial en donde consagran sus funciones y tributan sus cultos a las
imágenes de su Devoción. Hace muchos años que la hermandad de la Soledad
intentaba traer predicador para la Función que hace el viernes santo por la
tarde del Descendimiento, motivado por la vejez y cansancio de algunos
cuaresmales, y que estos no podían llenar sus deseos para hacerse dicha función
en la Plaza principal de este pueblo y ser muy numeroso en concurso del, y de
los vecinos de Sanlúcar, Umbrete, Bollullos. Más a este intento y solicitud
ocurrió mi mucha persuasión y cortesía, y consiguió por entonces contener a los
hermanos de dicha hermandad para no traer otro predicador. Sufrieron y oyeron
predicar este sermón al R.P. Serrano, de los mínimos cuaresmales en el
año 89 en este pueblo, y en los años siguientes lo predicaron también los
cuaresmales el R.P. Calderón, agustino descalzo; el R.P. SSmo (sic) carmelita
descalzo, que con el trabajo que lo harían en medio de una plaza, oprimidos del
peso de sus años, y el esfuerzo de su voz para extenderla a su auditorio, lo
puede contemplar V.S Ilustrísima, aun continuaron persuadido de mi voz, hasta
el año 94 en que habiendo venido de cuaresmal
el P. Ramírez de los clérigos menores, se desentendieron de mis
amonestaciones y ocurriendo al señor D. Fabián de Miranda, provisor y vicario
general en aquel entonces de este Arzobispado, ganar un Decreto, que
originalmente remito adjunto a S.S Ilma. Por el cual convidaron para su Sermón
a otro distinto que el cuaresmal, y lo han continuado hasta de presente, usando
con muchos cuaresmales la atención que si tienen en su comunidad algún sujeto,
como ellos se lo pintan lo traigan a predicar el dicho Sermón, para cubrir así
su decoro? Como así sucedió al P. Regente García del convento de Loreto, que
por el vino a predicar el R.P. Fray Feliciano Romero su guardián lo mismo
aconteció a R.P, fray Bernardo López, mercenario calzado del convento Casa
Grande de esa ciudad, el cual trajo predicarlo aun P. González de la misma
Casa; así se ha manejado esta hermandad
con algunos cuaresmales; llevando tan adelante su entusiasmo, que aunque les
guste el cuaresmal ipsofacto que el cuaresmal, no se lo han de convidar y queda
apuntado para convidárselo el año siguiente como sucedió con el R.P. Ferrer del
Colegio de Señor Santo Tomás de esa ciudad.
Es
muy cierto, que en uno de esos años pasados, vino de cuaresmal a esta villa el
P. Lector Barea del referido colegio, y que yo hospedaba en mi casa por cierta
relación de amistad y otros respectos; y en un año inmediato al uso de este
Decreto, y conociendo que al principio se hacen los panes tuertos, o derechos
me empeñé con algunos hermanos lo demás suposición para cortar este bochorno,
que es indispensable causarle a los cuaresmales, y en el cabildo que celebran
en Domingo de Ramos se alborotaron los hermanos de tal manera con la propuesta
que se les hizo que divididos en bandos y corrillos, abandonaron su cabildo y
capilla, tiraron las llaves y los libros y llegué a temer con sobrados
fundamentos alguna perdición y motín.
Desde
entonces, el S. Ilmo. levante la mano a
mi persuasión, y los deje en manos del Concejo, que fue el medio más
seguro de que vivan quietos, y sin otro escándalo que el que puedan causar a
solo el cuaresmal.
En
el año en que estuvo de cuaresmal el citado Padre Ferrer por haber yo
estrechado un poco a los hermanos de la Soledad para que no trajeran a otro
predicador, cerraron el Viernes santo su capilla, y no tuvieron ni Sermón ni
cofradía.
Este
es S. Ilmo. el entusiasmo de que están poseídos los hermanos de la Soledad, y
no es capaz de sacarlos del ni la política ni la fuerza.
No
hay en el pueblo, y menos en las hermandades los alborotos que supone el R.P.
Pizarro por traer otro predicador; y por el contrario, los hay, si se les
estrecha a que conviden al cuaresmal.
También
informo a V. Ilma. que no es conforme a la verdad decir en el Memorial el
citado Padre que estaba cerciorado y actuando de no haber tal Decreto, pues con
el gusto con que le he atendido y cortejado toda la cuaresma, y que es
motivo a mi entender y obsequiar a todos
los cuaresmales, le exhibí el referido decreto y se lo leí por dos veces o más,
y no contento con esto lo entregué en sus propias manos y lo leyó, se cercioró
y actuó.
Es
cuanto tengo que informar a V.S. Ilma. En cumplimiento de su Decreto, que con
la mayor veneración, respeto quedo deseoso me comunique V. Ilustrísima. Otros
mandatos para obedecerlos con el mayor gusto. Benacazón y Abril 26 de 1801[12].
La resolución
a tan insidioso tema fue tomada de manera rápida y contundente; así, en carta
remitida al párroco de la localidad se exponía lo siguiente: “Sevilla 5 de Mayo de 1801. En atención a lo
expuesto en el Memorial de la vuelta y a los informes que de nuestra Orden se
han tomado acerca del: Prohibimos absolutamente que el Sermón contenido en él,
no se predique en otro sitio que en la Iglesia Parroquial, sobre lo que encargamos
al cura de Benacazón el mayor cuidado de su observancia para lo necesario.
Así
lo decretó y firmó el Ilustrísimo Señor Co Administrador de este Arzobispado de
que certifico”.
Años más
tarde, en 1805, de nuevo el cura de Benacazón remitía un escrito al señor
arzobispo, denunciando en esta ocasión, lo siguiente[13]: “Muy Señor mío, de mi mayor veneración…doy
cuenta de los desordenes que advierta en los eclesiásticos que los cometan en
este pueblo de que soy cura, le dirijo esta para hacerle sabedor del modo con
que el predicador cuaresmal de esta año, que lo fue Fray Manuel de la Calle,
conventual del Loreto, se ha portado en su predicación causando escándalo al
auditorio y ridiculizando el Sagrado
Ministerio a presencia mía por dos ocasiones. En la primera en una
plática doctrinal concluyó a pocas palabras y ningunas pruebas de la división
diciendo: El fuera con la barriga vacía quien ha de tener gana de sermón; dio
margen a que bajándose del pulpito dicho predicador con descomedidas risadas
causase a los fieles en vez de arrepentimiento de sus culpas, un movimiento
ridículo de risa. En la segunda que fue en el Sermón de Descendimiento, porque
los sacerdotes que iban a hacerlo tardaron un poco hizo un ridículo paréntesis
y a oda su voz dijo Se fueran? Luego, porque dichos sacerdotes no estaban
prontos a quitar la corona a Nuestro Señor exclamó con burla: ¡que ligeros son
los Santos Varones!
El
disgusto que me causó dichas chocarrerías, el sentimiento de ver ultrajado el
Ministerio Santo me lo conoció dicho predicador (a quien no reprendí por no
causar mayor escándalo, y por recurrir a la superioridad como lo hago) y a
pesar de constarme, me previene venganza si tomo alguna providencia no tratando
de otra cosa yo quede no tener responsabilidad para con Dios; y dejando a este
para mi inteligencia servido y defendido del desprecio con que se trató la
predicación del santo Evangelio, doy cuenta a V.S, para que tome con su notoria
ciencia y prudencia la determinación que estime más justa. Nuestro Señor guarde
a V.S, su importante vida los años que le deseo. Benacazón y Abril 19 de 1805”.
De mayor
antigüedad es el documento en el que se mencionan a las dos hermandades de la
villa de Albaida, Santa Vera Cruz y Nuestra Señora de la Soledad[14].
Así en el día
12 de abril del año 1763, las dos hermandades mencionadas de la villa de
Albaida, enviaban un escrito al señor arzobispo alegando que los predicadores
elegidos para los correspondientes sermones realizados en la localidad, el de
Pasión de Jueves Santo y el del Descendimiento del Viernes Santo, que, “…aunque han sido muy doctos, y de ejemplar
vida, no han solido tener aquella gracia y fervor que necesitan los dos
Sermones de pasión el Jueves Santo y con especialidad el del Viernes Santo, al
que es muy excesivo el concurso de todos los pueblos inmediatos, de que se
origina enturbiarse el fervor en las hermandades, mucha decadencia en las
limosnas, irrisión en lo poco timoratos…, ambas
hermandades suplican a V.S, que en lo sucesivo, admitido que sea el Predicador
cuaresmal en aquella Villa, si les pareciere que no puede cumplir con la
exactitud que corresponde a dichos dos Sermones.”[15].
Solicitando
finalmente que fuesen las referidas hermandades las encargadas de su elección
en los años venideros, “Puedan desde
luego elegir a quien tuvieren por conveniente, pues de este modo, se avivará el
fervor en las hermandades, se multiplicarán las limosnas, y el culto Divino irá
en sus mayores aumentos…”[16].
En esta
ocasión el fallo fue negativo a tal petición, siendo denegado por la autoridad arzobispal, “No ha lugar las pretensiones de las
Hermandades en cuanto a elegir Predicador para los dos Sermones de Pasión y
Descendimiento; pero téngase presente este Memorial en la notaría para que
todos los años se nombre Predicador Cuaresmal que desempeñe su obligación y de
gusto a las Hermandades y a todos los vecinos de Albayda. El Abad”[17].
Una nueva fuente documental, relacionada con el
Sermón del Descendimiento, está relacionada con la hermandad de Nuestra Señora
de la Soledad de la localidad de Alcalá del Río de Sevilla[18]. Datada
en el día 20 de enero del año 1837, y firmada por su Hermano Mayor, el señor
Manuel María Labreña, quién haría mención de cómo desde tiempo inmemorial, tenía
por costumbre la hermandad costear dicho sermón antes de la salida de su
cofradía el Viernes Santo por la noche, ofrecido por un religioso designado por
la autoridad arzobispal. En el referido año solicitaba por vez primera la
elección particular para dicho acto, sin intervención alguna de la autoridad
eclesiástica competente, “… fuese el
Cuaresmal u otro…”[19].
En esta
ocasión, dicha petición fue rechazada el día 18 de febrero del citado,
argumentándose lo siguiente, “No ha lugar
esta solicitud en el presente año por hallarse el actual Predicador Cuaresmal
adornado de cuantas cualidades pueda desear la Hermandad en un buen orador. Así
lo decreto y rubricó el Señor Gobernador de que certifico, Francisco Rimero y
Gómez”[20].
El último documento
al que nos referiremos, nos trasladan a la ciudad de Jerez de la Frontera, y a
algunas de sus hermandades[21],
estando relacionado en esta ocasión, no solo con el Sermón del Descendimiento, sino
a otras “licencias” que se permitían,
al margen de la ley, algunas hermandades durante sus desfiles procesionales.
Así, en el
presente escrito, redactado el 11 de mayo de 1778, por el Capellán y Seguro Servidor de la dignidad arzobispal, residente en
la ciudad de Jerez, el señor Dr. Manuel María Pérez, argumentaba la falta de
piedad y devoción ofrecidas por diversas cofradías durante las procesiones de
Semana Santa. Solicitando para ello que, solo se permitiese, “…en esta ciudad las Procesiones que
fomentasen la verdadera piedad y devoción, y que estas saliesen a horas
proporcionadas y no de noche; cuyo Decreto autorizó y renovó nuestro tan
Católico Monarca Carlos III, (q.D.g) por su Real Cédula en el Sitio del Pardo a
20 de febrero de 1777; mandando por ella, entre otras cosas, se recogiesen y
finalizasen antes de ponerse el sol…”[22].
Con posterioridad, dicho Real Decreto fue expedido por el señor Arzobispo
hispalense el señor don Francisco Javier Delgado Venegas, mandando su puntual
observancia.
Respecto a
la mencionada Orden, fueron varias corporaciones las que se saltarían las
normas en el año 1778. La de la Soledad, que por aquellos años procesionaba
desde su capilla en el colegio de religiosos Mínimos de esta, finalizando su procesión
a las nueve de la noche., debiendo penarse por ello. La de Nuestra Señora de la Piedad, que salía
de la capilla del Calvario con dicha imagen y otra de Nuestro Señor
Crucificado, “que
en medio de una Plaza pública llamada Arenalejo de Santiago, tienen formado un
tablado en el que colocándose dichas Sagradas Imágenes a vos de Predicador se
hace el Descendimiento de la Cruz, cuya representación tiene prohibida el
sínodo de nuestro arzobispado como puede en el verlo V.S…”[23].
Que se
suspendiese el Sermón de las Tres Caídas, con la imagen de Jesús el Nazareno,
celebrado en la Plaza Mayor, titulada del Arenal; y otro sermón que se
celebraba en la Plaza del Arroyo, con motivo de la procesión que salía de la
parroquia de San Mateo, “…y aunque en
esta no se ejecuta acto ni representación alguna con la Sagradas Imágenes, se
ve precisado el Preste que asiste con capa y estola acompañado de algunos
eclesiásticos a retirarse a una casa puerta o casa inmediata donde está hasta
que el Sermón se finaliza, sin atender a que dichos actos se desordena la procesión…”[24].
Finalmente,
todos estos hechos fueron expuestos ante el señor arzobispo, instando a que se
les penasen hasta nueva orden, “ Repito
que juzgo lo más acertado (salvo en todo el superior acertado dictamen de V.S.)
el que no de predique en las calles o Plazas, porque por este medio excusamos
la disputa, que de dichas
representaciones se hacen, o no con devoción, y por tanto invitaran por
su continuación: justísima razón tendrían los doctos y justificados varones que
asistieren al sínodo nuestro para prohibir el Descendimiento dicho”[25].
Argumentando finalmente, como el vicario, desde tiempo inmemorial,
publicaba un edicto el Domingo de Ramos en todas las iglesias de la ciudad, en
el que se recogían y señalaban las horas a las que debían salir las procesiones,
tal y como lo prevenía el Sínodo.
Podemos apreciar la articulación de los brazos con motivo del Descendimiento.
Detalle.
Recreación del Descendimiento. Alcalá del Río.
[1]
CAÑIZARES JAPÓN, R. Las Hermandades de la Soledad
y Santo Entierro en el Antiguo Reino de Sevilla, Sevilla, 2014. p.38.
[2]Documentación extraída del: "MANIFIESTO que publica
la REAL HERMANDAD SACRAMENTAL DEL SANTO ENTIERRO DE NTRO. SEÑOR JESUCRISTO,
TRIUNFO DE LA SANTA CRUZ Y MARÍA SANTÍSIMA DE VILLAVICIOSA". Sevilla,
abril de 1996.
[3] Por el anterior documento creemos que la
festividad de la Resurrección de Jesús que nuestra Hermandad celebra bien
pudiera remontarse algunos años después
de haberla instituido su homónima la Hermandad del Santo Entierro de Sevilla,
es decir, hacia 1595. Siendo por ello la primera Hermandad de la villa que
celebrase la misma.
[7] Ídem. Año 1816. s/f.
[8] Ídem. Año 1860. s/f
[10]
Prieto Gordillo, Juan, HISTORIA SOCIAL, Castilleja de la Cuesta
Puerta del Aljarafe. Castilleja de la Cuesta, año 2010, Capitulo
correspondiente al siglo XIX, pp.283-367.
[11] AGAS, Sec. Asuntos despachados.
Año 1801.leg.107 antiguo; s/f.
[12]Ibíd.
[13]Ibíd.
[14] APO, Secc. Asuntos Despachados.
Año 1763.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd.
[17] Ibíd.
[18] AGAS, Sección Asuntos
Despachados, leg. 217, s/f.
[19] Ibíd.
[20] Ibíd.
[21] AGAS, Sección asuntos
despachados, leg. 48.s/f.
[22] Ibíd.
[23] Ibíd.
[24] Ibíd.
[25] Ibíd.