jueves, 19 de junio de 2025

 

La corte de Felipe V en Sevilla (1729-1733). La transformación efímera de una ciudad

Juan Prieto Gordillo. Prof. Universidades UHU y UPO de Sevilla.

                                                            ORCID: 0000-0002-0292-0842                   jprigor@upo.es

 

     Tras años de ausencia de la familia real en la ciudad de Sevilla (1624), será con una nueva dinastía, la Borbónica, cuando este hecho se vuelva a repetir (1729). Para ello, como en otras ocasiones, la ciudad, en una situación bastante compleja, iniciaría los trámites protocolarios para tan regio acontecimiento. Tras la creación de diferentes Juntas para llevar a cabo el recibimiento y la estancia real entre sus murallas, la máquina fastuosa se pondría en marcha; como en otros sucesos de igual índole, sería fundamental la intervención de los gremios de la ciudad, quienes con sus efímeras construcciones consiguieron engalanar una capital que se debatía entre la tradición y las novedades que poco a poco se imponían en el ámbito social. De nuevo lo efímero, arcos, cornucopias, telas… lograrían, no sin poco esfuerzo, camuflar el vetusto aspecto de una ciudad dieciochesca.

     Palabras clave: Sevilla; Felipe V; gremios; efímero; arcos; plateros.

 

After years of absence of the royal family in the city of Seville (1624), it will be with a new dynasty, the Bourbon, when it is produced again (1729). To do this, as on other occasions, the city, in a rather complex situation, would initiate the protocol procedures for such a royal event. After the creation of different Boards to carry out the reception and the royal stay within its walls, the protocol machine would start up. As on other occasions, the intervention of the city's guilds was fundamental, who with their ephemeral constructions managed to adorn a city that was debating between tradition and the novelties that little by little were imposed. Once again, the ephemeral, arches, cornucopias, fabrics… would, not without a little effort, camouflage the ancient appearance of an eighteenth-century city.

     Keywords: Seville; Philip V; guilds; ephemeral; bows; silversmiths.

 

 

 

     A diferencia de aquellos historiadores, que antaño, estaban convencidos de que la historia se compone ante todo a partir de textos escritos, desde hace años, va tomado un elevado grado de interés, el uso de las imágenes como fuente documental, alcanzando una gran cierta relevancia el dibujo como una segunda fase en la creación de las obras de arte, de ahí la frase de Peter Burke “las imágenes pueden hablar a los historiadores cuando los textos callan”[1].

     Pero el dibujo en arquitectura tendrá otra vertiente importante, la de definir elementos arquitectónicos, es una herramienta de conocimiento que pertenece al campo de la imaginación, lo fantástico y lo irracional. En el siglo XVI, se utilizó con profusión para los proyectos para fiestas y entradas triunfales, es decir, se dibujó insistentemente la arquitectura efímera que se levantaba con estos motivos para perpetuar la fama y  poder de las monarquías. La falta de vocación de permanencia de estas estructuras hizo que se plasmaran en forma de dibujo, mientras que muchas obras de  arquitecturas que se construían, simplemente se describían en los contratos de los maestros de obras[2]. Ya en el siglo XVIII, los juegos de perspectivas ilusorias caracterizan unos de los aspectos de la arquitectura barroca. Las decoraciones de teatros y fiestas dieron lugar a una producción de dibujos y grabados considerable; a los que añadí hace algunos años en una de mis publicaciones un grabado en el que se mostraba un nuevo arco efímero, levantado en aquella ocasión por el gremio de los plateros para festejar la entrada de la corte de Felipe V a la ciudad de Sevilla en 1729. Estancia que se prolongaría en el tiempo (1729-32), y que se convertiría en una fiesta de primer rango a la que la ciudad debía corresponder con el acomodo de tan ilustres visitantes, con el protocolo apropiado y el ornato correspondiente.

     Dicho grabado monócromo aparece firmado con las iniciales S Z y fechado en 1729;  el texto que lo acompaña sería impreso en las casas de don Francisco Sánchez Reciente “impresor con inteligencia de la lengua latina” en la calle de la Sierpes.

La transformación efímera de una ciudad

     Sevilla, 3 de febrero de 1729; nuevamente, y tras ciento cinco años (1624)[3], la ciudad volvería a acoger entre sus murallas a la familia real, a una nueva dinastía, en esta ocasión la borbónica, regida por su fundador, S.M. Felipe V y su esposa doña Isabel de Farnesio, hecho que generaría una gran expectación ante tan inminente llegada, pues lejos quedaba la anterior visita, diluida en el tiempo[4].

     La decisión de establecer la corte en la capital hispalense, surgiría a raíz de la estancia de los monarcas en la ciudad de Badajoz, para asistir a las nupcias entre los infantes Fernando IV, Príncipe de Asturias con la infanta portuguesa, Bárbara de Braganza, que se celebraría en la catedral pacense el día 15 de enero de 1729. Doce días después, el 27 de dicho mes, se daría a conocer la noticia, la corte real de trasladaba a Sevilla para establecerse en dicha ciudad durante un serie de años aún sin decidir; la máquina protocolaria se ponía en marcha; el cabildo hispalense se preparaba para un acto que pretendía ser multitudinario durante todo el recorrido de la corte.

     Algunos de los acuerdos tomados por el Cabildo Municipal hispalense, fueron la creación de una Junta para organizar los actos de recibimientos y estancia real en la ciudad, que estaría formada por miembros de diversos gremios de la misma; ésta estuvo formada por los siguientes miembros[5]: Pedro Ignacio Márquez, diputado mayor del gremio de almojarifazgo; el de la lencería, representada por Manuel Paulín; Juan Manuel Rubio, por el de paños; Salvador Moreno por el de las sedas; por el de la especería y joyería, Juan de la Fuente; por el de azúcar y confiteros, Bartolomé Machin; Juan Mateo Delgado, por el de los cereros; por el de la mercería, Pedro Rodríguez, y como veedor del de la platería, Andrés Domínguez. Para adornar las calles por las que transitaría el cortejo real, que iría desde la puerta de Triana a la Cruz de San Pablo, fueron designados los señores Nicolás de Toledo y el marqués de Jectares como alcaldes mayores y a Luis de Tovar, entre otros, como miembros de jurado[6].

     Otros acuerdos irían destinados a cambiar el aspecto de la ciudad para que presentase un mayor decoro ante tal acontecimiento, para ello, y entre otros, fueron instados los diputados de empedradores para que se empedrasen todas las calles de nuevo; se asegurase y adornarse el puente de barcas, realizándosele un nuevo y “hermoso barandaje, pintándolo y todos los demás adornos que a la Diputación parecieren correspondientes al asunto”, pintado y adornado; se visitarían las casas por donde pasaría el cortejo, realizando las obras y los reparos necesarios para que quedasen adecentadas; sería retirada  la pila situada en la plaza de San Francisco para que quedase un espacio más amplio para la celebración de los festejos taurinos[7], “Acordase de conformidad mediante que la plaza queda más corta con la nueva disposición que se le ha dado porque desde cualquier sitio se pueda ver toda, y que sirve de embarazo la pila, así para torear como para las cañas…se pudiese quitar sin detrimento de su fábrica, la hagan quitar para que se queda con más desahogo”; cuestión esta última, que se vería truncada, al no realizarse los festejos por estar la reina embarazada, por lo que finalmente serían eliminados los graderíos montados para tal fin[8]. Así como la realización de una serie de arcos efímeros para la entrada de sus majestades, causando impacto sobre el entramado urbanístico: uno a la entrada de la calle de la Sierpes junto a la Cruz de la Cerrajería, por el gremio de los herreros y cerrajeros; otro a la salida de dicha calle a la plaza de San Francisco, por el arte de la seda; un tercero a la entrada por dicha plaza desde la calle Génova y el cuarto y último arco a la salida de la mencionada calle a las gradas de la catedral, levantado por el gremio de plateros[9]. Además de los mencionados arcos, debemos citar el levantado a la entrada de la calle Castilla “de crecidas proporciones y anchos adornos”[10].

     Cabe reseñar, el testimonio realizado por los historiadores Joan Lluis Palos y Diana Carrió-Invernizzi[11], afirmando cómo “Las monarquías a pesar de que estuvieron en el centro de esta operación de imagen, no siempre fueron las responsables directas de su creación y promoción”. Pues de hecho, la nueva “imagen de poder” diseñada en la época moderna fue, en gran medida, responsabilidad de nobles y altos funcionarios que aspiraban tanto a proclamar su propio lugar en el entramado político como a señalar los límites del poder monárquico[12]. De hecho, en esta ocasión, fueron el señor marqués de Villena, mayordomo de S.M., junto al Teniente Mayor del Cabildo hispalense, don Tomás Pinto Míguez, los responsables de dirigir la transformación que se produciría en la capital, levantándose no solo arquitecturas sobrepuestas, sino que hubo un gran interés por adornar el espacio público por el que transitaría el cortejo, telas encoladas, cornucopias, mantones, espejos y flores[13].

     Respecto a los costos que dicho evento ocasionaron para las arcas municipales, mencionemos que el gasto del Cabildo supondría un déficit de noventa y ocho mil cuatrocientos ocho reales y cuatro maravedíes. Se realizó un gasto total de cuatrocientos ochenta y siete mil doscientos treinta y tres reales y cuatro maravedíes, y se recibieron unos ingresos de trescientos ochenta y ocho mil ochocientos veinticinco reales de vellón[14].

     De entre todos los arcos levantados para esta ocasión, destacaría por encima de otros, por la calidad de sus materiales y de bienes muebles empleados, el construido por el gremio de plateros, destinado a levantarse a la salida de la calle Génova con el que ilustramos esta publicación y cuyo coste de construcción alcanzaría la cifra de cinco mil trescientos doce reales de vellón[15]. Dicha composición, bien recreada gracias a las aportaciones escritas (Figura 1ª) como a  la gráfica (Figura 2ª),  llegaría a sobrepasar en altura el tamaño medio del caserío urbano. Para ello, fueron solicitados en “un memorial”  a la alhóndiga de la ciudad un toldo, armaduras y banderas[16]: “Acordase de uniformidad que el señor llavero Mayor de la Alhóndiga, facilite al dicho Arte de Platería, las Armas, y Banderas de que no necesitase la Ciudad para estas funciones; el Alcalde le dé un toldo y atajen la calle dejando la entrada libre por la calle Vizcaínos a la de Génova”.

     Estos acontecimientos visuales sólo son comprensibles si integramos la palabra en su análisis, tal y como sucedería en esta ocasión con el texto que completa la documentación: inscripciones que identificaban temas o personajes en las arquitecturas efímeras de forma poética; textos que casi siempre llegaron a la imprenta y se describían minuciosamente todo y cada uno de los arcos; las razones de la inclusión de unos dioses, unos santos, o de las Virtudes[17]:

“METRICA DELINEACIÓN DEL MARCO TRIUMPHAL, QUE EL ARTE ILUSTRE DE LA MPLATERÍA ERIGIÓ EN LA PLAUSIBLE ENTRADA DE SUS MAGESTADES, I ALTEZAS EL DÍA  DE FEBRERO DE SETE AÑO DE 1729.

DEDICADA AL SEÑOR D. DIEGO ROQUE LÓPEZ, FAMILIAR DEL SANTO TRIBUNAL, I VEEDOR DE ORO DE DICHO ARTE.

DESCRIBIALA UN INGENIO DEL BETIS, J.D.M.

Con licencia en Sevilla en casa de Francisco Sánchez Reciente, Impresor con inteligencia de la lengua Latina, en la calle de la Sierpe”.

Las dos hermosas copias se admiraban,

                                       de nuestros dos infantes peregrinas;

                                      que fueron en Adonis tan mirados,

al verse tan bien vistos, muy bien vistas.

Expresión era del Señor Don Carlos,

Genuina una tarjeta con las hijas de Júpiter,

Las tres amables Gracias…

De nuestro Omnipotente, el gran Philipo,

I de Isabela célebre heroína,

dos copias a este sitio se miraban,

ahuu(sic), del famoso Apeles propia envidia[18].

     De clásica estructura, el arco de los plateros levantado para la ocasión llegó a medir “20 varas de altitud, 10 varas de latitud, y de sólido o grueso 3 varas y media” (16 metros y medio; 8 metros; 3 metros).  Comenzando por  el ornato de arco, su base estuvo formada por dos pedestales jaspeados de 2 varas, policromados en blanco, negro y encarnado, centrados por dos molduras doradas, quedando rematados por cuatro antorchas; sobre estos, se levantaron dos cuerpos apilastrados, adornados con jeroglíficos y enigmas de Marte con trofeos, alfarjes, clarines y flechas dirigidos a las familias Borbón y Farnesio; sobre la cornisa, iban intercalados doce faroles de plata que durante tres noches iluminarían la máquina, además de cuatro armaduras de acero con lanzas abanderadas. En sendas claves del arco, quedaron representadas las figuras de dos serafines en relieve de los que partían festones plateados; sobre la cornisa, un segundo cuerpo quedaba centralizado por dos grandes coronas de plata de vara y media cada una, bajo las que se representaban las efigies de los monarcas, sobre dos corazones de áureas llamas, todo ello flanqueado por trofeos marciales,  a base de clarines, lanzas, escopetas, banderas, carabinas…; en general, eran ornamentos propios del diccionario estético del arte europeo, puesto que los artista españoles, poco a poco se estaban  poniendo al día del vocabulario e ideales artísticos con que se decora en Europa, Francia e Italia fundamentalmente. Como remate de la arquería, se elevaba una pirámide en la que se incluían las letras iniciales de Felipe e Isabel y una flor de lis, quedando coronada por una V[19].

     Respecto a otros acontecimientos sociales en los que participaron los miembros de la corte durante su estancia en la capital andaluza, conocida era la devoción y el sentimiento personal que profesaba el monarca Felipe V hacia las manifestaciones religiosas, Semana Santa, Corpus… con el apoyo incondicional hacia sus súbditos a través de la religiosidad popular, tal y como quedaría demostrado durante su estancia en la capital andaluza. Bien documentadas fueron años más tarde, sus asistencias a los cortejos del Corpus durante los años 1731 y 1732, en las que por motivos de salud, fueron presididas desde el palacio de los Reales Alcázares; debiéndose modificar, en ambas ocasiones, el discurrir de las funciones eucarísticas de sus tradicionales itinerarios, “ya que su indisposición no le permitía acompañar a esta religiosa función como quisiera”[20]. De hecho, para la celebración del Corpus en 1731, a celebrar el día 24 de mayo, se haría llegar una misiva al cabildo catedralicio por parte del señor marqués de la Paz, secretario de Estado Real, en la que comunicaba el deseo del monarca para que “en la próxima solemnidad del Corpus pase la procesión por la cercanía del Alcázar frente a los balcones de la casa de la Contratación a la hora de las doce para que sus majestades la vean”[21]. Cuestión que se repetirá al año siguiente de 1732, “ya que su indisposición no le permitía acompañar a esta religiosa función como merece”[22].

     De nuevo, la custodia de Arte que procesionaria en la festividad, junto a otras de diversas capitales hispanas se convertirían en algunas de las piezas de orfebrería de la época moderna; pero es en la misma fiesta religiosa en el espacio urbano la que se convierta en una obra de arte total que expresaba la armonía y unidad de toda la sociedad. La presencia del monarca podría añadir solemnidad, pero qué duda cabe de que la ciudad adornada hasta el extremo, vería pasar un mundo jerarquizado y rígido en sus estructuras en el cada uno ocupaba su lugar. Para esta segunda ocasión, y en lo concerniente al engalanamiento urbano para la procesión eucarística, el Cabido Municipal volvería a incentivar a los gremios para que erigiesen nuevos arcos efímeros, para alcanzar un mayor esplendor durante el acto festivo religioso.

     Será ahora, y relacionado con el nuevo acontecimiento, cuando tengamos   referencias acerca de otra realización efímera, otro arco, llevado a cabo al igual que el anterior, por el gremio de los plateros para la celebración del Corpus Cristi de 1732[23]. En esta ocasión, y respecto a la documentación aportada, con la ausencia gráfica, tanto de estampas como dibujos, nos impiden conocer hasta el momento el aspecto de su composición; sin embargo, algunas descripciones fueron ofrecidas en el texto localizado sobre ciertas datas y la cesión de algunas obras para su realización, siendo anotadas en el informe realizado por Plácido Muñoz Enamorado, maestro artista platero, y mayordomo de la hermandad del Señor San Eligio, conocida tambien por San Eloy[24].  La suma total de gastos ascendió a un total de dos mil quinientos y cincuenta y dos reales y ¾ de vellón[25]; tambien en dicho escrito fueron recogidas las intervenciones llevadas a cabo por diferentes personalidades, afines o no, al mencionado gremio, quienes participaron durante los dos días que duró su construcción; así como la colaboración efectuada por algunos edificios religiosos aportando algunos de sus bienes muebles, que vendrían a enriquecer la máquina arquitectónica.

     El reflejo de la caótica situación por la que seguía atravesando la sociedad sevillana de la primera mitad del siglo XVIII, continuaría extrapolándose igualmente al ámbito artístico ocasionándose cierto retroceso; prueba de ello fueron la carencia y la falta de calidad en los materiales empleados por los gremios artísticos para la elaboración de algunas de sus creaciones, entre las que se encontrarían las efímeras y festivas, debiendo acudir en más de una ocasión al préstamo de bienes para su recreación[26]. Como referencia, mostrar la comparativa entre los gastos ocasionados durante la primera construcción llevada a cabo por el gremio de plateros, que alcanzaría la cifra de cinco mil trescientos doce reales en 1729; y la segunda de 1732,  que vería reducido los costes prácticamente a la mitad en dos mil quinientos cincuenta reales de vellón. Para esta segunda construcción efímera, algunos de los bienes muebles que compusieron la obra fueron: las santas Justa y Rufina, del convento homónimo; varios santos, sin especificar, procedentes del extinto convento de San Agustín un ancla, algunos faroles provenientes de los conventos de los Terceros y Montesión, al igual que Tres Virtudes Teologales tambien de procedencia desconocida.

     Seguidamente, reseñar una serie de gastos “menores”, ocasionados durante y mediante las jornadas del Corpus de 1732 en relación a la máquina construida; entre los que se hallaban las bebidas ofrecidas durante el montaje y su custodia, y los gastos ocasionados por las vestimentas de aquellos dos diputados que estuvieron custodiando dicho arco durante el festejo: “De dar de beber dos días a los que trabajaron en el Arco y los que hacían mandados, de diferentes mandados sueltos y dar de beber cerveza a los que colgaban; del refresco de la tarde del Corpus a los que asistieron al Arco; y de la cena que se dio aquella noche a los que trabajaron en quitar el Arco y del refresco que se le dio a la familia de la casa, en donde se recogieron las colgaduras y plata del Arco”[27].

     Respecto al apartado de telas y vestimentas, referir las siguientes piezas: “…de los roquetes y unas mangas; del alquiler de dos pelucas; de un maestro y dos oficiales de sastre que compusieron las colgaduras que se descocieron para poner en dicho Arco; tafetán maltratado que sirvió para vestir a las Tres Virtudes…”[28].

     Recapitulando, y como conclusión, añadir cómo, los recorridos trazados para los diferentes actos festivos o conmemorativos, que se llevaron a cabo en ciudades hispanas históricas, nos fueron dando las pautas sobre cuál era la imagen que esa ciudad quería dar de sí misma, pues los trayectos se adaptaban para pasar por los lugares más bellos, a veces, transformados para la ocasión, todo ello convenientemente acentuado por ese “disfraz” de lo efímero que intentaba, no siempre con el éxito deseado, recrear la antigüedad[29]. Comentar finalmente, que lo efímero, no solo quedaría patente en estas magníficas obras de arquitectura, sino que se extendería a otros ámbitos de la sociedad, un tanto ajena al agónico momento que desde hacía décadas vivía la ciudad de Sevilla; una ciudad que se debatía entre el apego de la tradición y la aceptación de las novedades en un periodo que comenzaba a ser dramático, hecho que no se tendría en cuenta por el Cabildo Municipal, no solo por los fastos llevados a cabo para recibir a la corte de Felipe V, sino durante los años de su permanecía entre sus muros, ocasionando  continuados déficits en las arcas municipales. La siguiente visita real a la capital hispalense estaría protagonizada por SS.MM. Carlos III y su corte en el año 1760[30], pero esa sería ya, otra historia…

  

Bibliografía

 

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Figura 1º. Portada de la “METRICA DELINEACIÓN DEL MARCO TRIUMPHAL, QUE EL ARTE ILUSTRE DE LA MPLATERÍA ERIGIÓ EN LA PLAUSIBLE ENTRADA DE SUS MAGESTADES, I ALTEZAS EL DÍA DE FEBRERO DESTE AÑO DE 1729”.AGAS.Leg. 2975,s/f. 123640001AGAS.jpg

                                                                                        

 

Figura 2º. Arco levantado por el gremio de los plateros para recibir a la corte de Felipe V

e Isabel de Farnesio en Sevilla en 1729. Publicado en la Revista Atrio, 1980, Nº1, p.22

 

 



[1] Peter Burke es fellow del Enmanuel College de la Universidad de Cambridge, donde ha sido desde su jubilación, profesor de Historia Cultural. Ha escrito más de veinte libros entre los que se cuenta Visto y no visto. El uso de las imágenes como documento histórico (2001).

[2] ALEGRE CARVAJAL, E. (2016): “La Arquitectura”; en La Materia del Arte;Edit. Areces; Madrid; pp.146-147.

[4] AGAS. Sec. Expolios, leg.2.957; s/f.

[5] A.M.S, Sección 5, Actas capitulares, tomo 303,s/f.

[6] Ibidem.

[7] Ibidem.

[8] Ibidem. “El señor Teniente Mayor D. Thomás Pinto Migues, expuso a la Junta haberle dicho su señoría el Excl. Conde Nuestro Asistente, hiciese presente en ella haberle dicho al Excl. señor marqués de Villena, Mayordomo Mayor de S.M., que mediante no haberse de hacer las fiestas Reales de toros por estar en cinta la Reina Nuestra Señora, hasta que S.M., saliese de dicho cuidado, y que mediante tanta dilatación de tiempo, po podía estar embarazada con los andamios la plaza de San Francisco, ni sus casas con sus apuntalados por los grandes perjuicios que recibirían los vecinos de ella…”.

[9] Prieto Gordillo, J.; (1989): “La visita de Felipe V  y su corte a Sevilla: el gremio de los plateros”. Sevilla,  en Revista Atrio nº1,pp.21-35.

[10] Los magníficos arcos y demás adornos de la carrera, se describen detalladamente en: Lorenzo Bautista De Zúñiga. Anales Eclesiásticos i Seglares de la M. N. i M. L. Ciudad de Sevilla que comprehenden la Olimpiada o Lustro de la Corte en ella. Sevilla 1774, reeditada en edición facsímile, por el Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Sevilla. Sevilla, 1987, pág. 14

[11] PALOS, J. L. /CARRIÓ-INVERNIZZI, D.: LA HISTORIA IMAGINADA. Construcciones visuales del pasado en la Edad Moderna. (2008),Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica, p.22

[12]Ibidem, p.22

[13] PRIETO GORDILLO, Juan.: (1989): op.cit. p.21.

[14] AMS, Sec.5ª, Tomo 303, S/f.

[15] Prieto Gordillo, Juan (1989): op.cit. pp.22, 24,25.

[16] AMS; Sec. 5; Tomo nº3; s/f.

[17] VISCEGLIA, M. A. (2009): Riti di corte e simboli della regalita. I regui d´Europa e del Mediterráneo dal Medioevo all etá Moderna. Roma; Salerno Editrice.

[18] Fragmento correspondiente al texto que acompaña la publicación: METRICA DELINEACIÓN DEL MARCO TRIUMPHAL, QUE EL ARTE ILUSTRE DE LA MPLATERÍA ERIGIÓ EN LA PLAUSIBLE ENTRADA DE SUS MAGESTADES, I ALTEZAS EL DÍA  DE FEBRERO DE SETE AÑO DE 1729, AGAS. Sec. Expolios, leg.2.957, s/f.

 

[19] SOTO CABA, V. (1988): “Los catafalcos de Carlos III: entre la influencia neoclásica y la herencia del barroco”, Revista Fragmentos,  (Madrid 1988), nº 12, 13,14, edit. Ministerio de Cultura, pp.129-143.

[20]AMS; Sec. 5; Tomo nº3; s/f. GÁMEZ MARTÍN, J.; (2014):“La nueva Monarquía, Religión y Sociedad. Felipe V y la Sevilla del lustro real (1729-1733)”, ISIDORIANUM 23/45 (2014),pp190-195.

[21]GÁMEZ MARTÍN, J. (2014):“La nueva Monarquía, Religión y Sociedad…” op.cit.

[22] Ibidem.

[23] AGAS. Sec. Expolios; leg.2.957, s/f.

[24] DOMÍNGUEZ ARJONA, J.: https://lasevillaquenovemos.com/2012c/eloyd.html

[25] AGAS. Sec. Expolios; leg.2.957, s/f.

[26] Ibidem.

[27] Ibidem.

[28] Ibidem.

[29] Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo CEHOPU: Selección de tratados españoles de arquitectura y construcción, siglos XVI-XX. http://cehopu.cedex.es/es/biblioteca.

[30] MATUTE Y GAVIRIA, J. (1886): Noticias relativas a la historia de Sevilla. Sevilla: Enrique Rasco, p. 165 AMS, Sec. II Contaduría, carpeta 90, doc. 123. AMS, Sec. X Actas Capitulares, 1ª escribanía, tomo 51 siglo XVIII, fols. 100-128. ANÓNIMO (1759). PUNTUAL DESCRIPCIÓN, / en la que con brevedad se describe la mag / nífica, y plausible solemnidad, con que la / muy Noble, siempre Leal Ciudad de Sevilla, celebró el día quatro de Noviembre / de mil setecientos y cinquenta y nueve, el / Acto de levantar el Real Pendón por la / Augusta, y Catholica Magestad de el Rey Nues / tro Señor DON CARLOS III y de / las demonstraciones de júbilo, que / huvo en su obsequio. Sevilla: Imprenta Mayor, pp. 5-9