La corte de Felipe V en Sevilla (1729-1733). La
transformación efímera de una ciudad
Juan Prieto Gordillo. Prof.
Universidades UHU y UPO de Sevilla.
ORCID: 0000-0002-0292-0842
jprigor@upo.es
Tras años de ausencia de la familia real
en la ciudad de Sevilla (1624), será con una nueva dinastía, la Borbónica,
cuando este hecho se vuelva a repetir (1729). Para ello, como en otras
ocasiones, la ciudad, en una situación bastante compleja, iniciaría los
trámites protocolarios para tan regio acontecimiento. Tras la creación de
diferentes Juntas para llevar a cabo el recibimiento y la estancia real entre
sus murallas, la máquina fastuosa se pondría en marcha; como en otros sucesos
de igual índole, sería fundamental la intervención de los gremios de la ciudad,
quienes con sus efímeras construcciones consiguieron engalanar una capital que se
debatía entre la tradición y las novedades que poco a poco se imponían en el
ámbito social. De nuevo lo efímero, arcos, cornucopias, telas… lograrían, no
sin poco esfuerzo, camuflar el vetusto aspecto de una ciudad dieciochesca.
Palabras clave: Sevilla; Felipe V;
gremios; efímero; arcos; plateros.
After
years of absence of the royal family in the city of Seville (1624), it will be
with a new dynasty, the Bourbon, when it is produced again (1729). To do this,
as on other occasions, the city, in a rather complex situation, would initiate
the protocol procedures for such a royal event. After the creation of different
Boards to carry out the reception and the royal stay within its walls, the protocol
machine would start up. As on other occasions, the intervention of the city's
guilds was fundamental, who with their ephemeral constructions managed to adorn
a city that was debating between tradition and the novelties that little by
little were imposed. Once again, the ephemeral, arches, cornucopias, fabrics…
would, not without a little effort, camouflage the ancient appearance of an
eighteenth-century city.
Keywords:
Seville; Philip V; guilds; ephemeral; bows; silversmiths.
A diferencia de aquellos historiadores,
que antaño, estaban convencidos de que la historia se compone ante todo a
partir de textos escritos, desde hace años, va tomado un elevado grado de
interés, el uso de las imágenes como fuente documental, alcanzando una gran
cierta relevancia el dibujo como una segunda fase en la creación de las obras
de arte, de ahí la frase de Peter Burke “las imágenes pueden hablar a los
historiadores cuando los textos callan”[1].
Pero el dibujo en arquitectura tendrá otra
vertiente importante, la de definir elementos arquitectónicos, es una herramienta
de conocimiento que pertenece al campo de la imaginación, lo fantástico y lo
irracional. En el siglo XVI, se utilizó con profusión para los proyectos para
fiestas y entradas triunfales, es decir, se dibujó insistentemente la
arquitectura efímera que se levantaba con estos motivos para perpetuar la fama
y poder de las monarquías. La falta de
vocación de permanencia de estas estructuras hizo que se plasmaran en forma de
dibujo, mientras que muchas obras de arquitecturas que se construían, simplemente
se describían en los contratos de los maestros de obras[2].
Ya en el siglo XVIII, los juegos de perspectivas ilusorias caracterizan unos de
los aspectos de la arquitectura barroca. Las decoraciones de teatros y fiestas
dieron lugar a una producción de dibujos y grabados considerable; a los que
añadí hace algunos años en una de mis publicaciones un grabado en el que se
mostraba un nuevo arco efímero, levantado en aquella ocasión por el gremio de
los plateros para festejar la entrada de la corte de Felipe V a la ciudad de
Sevilla en 1729. Estancia que se prolongaría en el tiempo (1729-32), y que se
convertiría en una fiesta de primer rango a la que la ciudad debía corresponder
con el acomodo de tan ilustres visitantes, con el protocolo apropiado y el
ornato correspondiente.
Dicho grabado monócromo aparece firmado
con las iniciales S Z y fechado en 1729; el texto que lo acompaña sería impreso en las
casas de don Francisco Sánchez Reciente “impresor con inteligencia de la lengua
latina” en la calle de la Sierpes.
La transformación efímera de una
ciudad
Sevilla, 3 de febrero de 1729; nuevamente,
y tras ciento cinco años (1624)[3],
la ciudad volvería a acoger entre sus murallas a la familia real, a una nueva
dinastía, en esta ocasión la borbónica, regida por su fundador, S.M. Felipe V y
su esposa doña Isabel de Farnesio, hecho que generaría una gran expectación
ante tan inminente llegada, pues lejos quedaba la anterior visita, diluida en
el tiempo[4].
La decisión de establecer la corte en la
capital hispalense, surgiría a raíz de la estancia de los monarcas en la ciudad
de Badajoz, para asistir a las nupcias entre los infantes Fernando IV, Príncipe
de Asturias con la infanta portuguesa, Bárbara de Braganza, que se celebraría
en la catedral pacense el día 15 de enero de 1729. Doce días después, el 27 de
dicho mes, se daría a conocer la noticia, la corte real de trasladaba a Sevilla
para establecerse en dicha ciudad durante un serie de años aún sin decidir; la
máquina protocolaria se ponía en marcha; el cabildo hispalense se preparaba para
un acto que pretendía ser multitudinario durante todo el recorrido de la corte.
Algunos de los acuerdos tomados por el
Cabildo Municipal hispalense, fueron la creación de una Junta para organizar los
actos de recibimientos y estancia real en la ciudad, que estaría formada por
miembros de diversos gremios de la misma; ésta estuvo formada por los
siguientes miembros[5]:
Pedro Ignacio Márquez, diputado mayor del gremio de almojarifazgo; el de la
lencería, representada por Manuel Paulín; Juan Manuel Rubio, por el de paños;
Salvador Moreno por el de las sedas; por el de la especería y joyería, Juan de
la Fuente; por el de azúcar y confiteros, Bartolomé Machin; Juan Mateo Delgado,
por el de los cereros; por el de la mercería, Pedro Rodríguez, y como veedor
del de la platería, Andrés Domínguez. Para adornar las calles por las que
transitaría el cortejo real, que iría desde la puerta de Triana a la Cruz de
San Pablo, fueron designados los señores Nicolás de Toledo y el marqués de
Jectares como alcaldes mayores y a Luis de Tovar, entre otros, como miembros de
jurado[6].
Otros acuerdos irían destinados a cambiar
el aspecto de la ciudad para que presentase un mayor decoro ante tal acontecimiento,
para ello, y entre otros, fueron instados los diputados de empedradores para
que se empedrasen todas las calles de nuevo; se asegurase y adornarse el puente
de barcas, realizándosele un nuevo y “hermoso barandaje, pintándolo y todos los
demás adornos que a la Diputación parecieren correspondientes al asunto”,
pintado y adornado; se visitarían las casas por donde pasaría el cortejo,
realizando las obras y los reparos necesarios para que quedasen adecentadas;
sería retirada la pila situada en la plaza
de San Francisco para que quedase un espacio más amplio para la celebración de
los festejos taurinos[7],
“Acordase de conformidad mediante que la plaza queda más corta con la nueva
disposición que se le ha dado porque desde cualquier sitio se pueda ver toda, y
que sirve de embarazo la pila, así para torear como para las cañas…se pudiese
quitar sin detrimento de su fábrica, la hagan quitar para que se queda con más
desahogo”; cuestión esta última, que se vería truncada, al no realizarse los
festejos por estar la reina embarazada, por lo que finalmente serían eliminados
los graderíos montados para tal fin[8]. Así
como la realización de una serie de arcos efímeros para la entrada de sus
majestades, causando impacto sobre el entramado urbanístico: uno a la entrada
de la calle de la Sierpes junto a la Cruz de la Cerrajería, por el gremio de
los herreros y cerrajeros; otro a la salida de dicha calle a la plaza de San
Francisco, por el arte de la seda; un tercero a la entrada por dicha plaza desde
la calle Génova y el cuarto y último arco a la salida de la mencionada calle a
las gradas de la catedral, levantado por el gremio de plateros[9]. Además
de los mencionados arcos, debemos citar el levantado a la entrada de la calle
Castilla “de crecidas proporciones y anchos adornos”[10].
Cabe reseñar, el testimonio realizado por
los historiadores Joan Lluis Palos y Diana Carrió-Invernizzi[11],
afirmando cómo “Las monarquías a pesar de que estuvieron en el centro de esta
operación de imagen, no siempre fueron las responsables directas de su creación
y promoción”. Pues de hecho, la nueva “imagen de poder” diseñada en la época
moderna fue, en gran medida, responsabilidad de nobles y altos funcionarios que
aspiraban tanto a proclamar su propio lugar en el entramado político como a
señalar los límites del poder monárquico[12]. De
hecho, en esta ocasión, fueron el señor marqués de Villena, mayordomo de S.M.,
junto al Teniente Mayor del Cabildo hispalense, don Tomás Pinto Míguez, los
responsables de dirigir la transformación que se produciría en la capital,
levantándose no solo arquitecturas sobrepuestas, sino que hubo un gran interés
por adornar el espacio público por el que transitaría el cortejo, telas
encoladas, cornucopias, mantones, espejos y flores[13].
Respecto a los costos que dicho evento
ocasionaron para las arcas municipales, mencionemos que el gasto del Cabildo
supondría un déficit de noventa y ocho mil cuatrocientos ocho reales y cuatro
maravedíes. Se realizó un gasto total de cuatrocientos ochenta y siete mil
doscientos treinta y tres reales y cuatro maravedíes, y se recibieron unos
ingresos de trescientos ochenta y ocho mil ochocientos veinticinco reales de
vellón[14].
De entre todos los arcos levantados para
esta ocasión, destacaría por encima de otros, por la calidad de sus materiales
y de bienes muebles empleados, el construido por el gremio de plateros, destinado
a levantarse a la salida de la calle Génova con el que ilustramos esta
publicación y cuyo coste de construcción alcanzaría la cifra de cinco mil
trescientos doce reales de vellón[15]. Dicha
composición, bien recreada gracias a las aportaciones escritas (Figura 1ª) como
a la gráfica (Figura 2ª), llegaría a sobrepasar en altura el tamaño
medio del caserío urbano. Para ello, fueron solicitados en “un memorial” a la alhóndiga de la ciudad un toldo,
armaduras y banderas[16]:
“Acordase de uniformidad que el señor llavero Mayor de la Alhóndiga, facilite
al dicho Arte de Platería, las Armas, y Banderas de que no necesitase la Ciudad
para estas funciones; el Alcalde le dé un toldo y atajen la calle dejando la
entrada libre por la calle Vizcaínos a la de Génova”.
Estos acontecimientos visuales sólo son
comprensibles si integramos la palabra en su análisis, tal y como sucedería en
esta ocasión con el texto que completa la documentación: inscripciones que
identificaban temas o personajes en las arquitecturas efímeras de forma
poética; textos que casi siempre llegaron a la imprenta y se describían
minuciosamente todo y cada uno de los arcos; las razones de la inclusión de
unos dioses, unos santos, o de las Virtudes[17]:
“METRICA DELINEACIÓN DEL MARCO
TRIUMPHAL, QUE EL ARTE ILUSTRE DE LA MPLATERÍA ERIGIÓ EN LA PLAUSIBLE ENTRADA
DE SUS MAGESTADES, I ALTEZAS EL DÍA DE
FEBRERO DE SETE AÑO DE 1729.
DEDICADA AL SEÑOR D. DIEGO ROQUE
LÓPEZ, FAMILIAR DEL SANTO TRIBUNAL, I VEEDOR DE ORO DE DICHO ARTE.
DESCRIBIALA UN INGENIO DEL BETIS,
J.D.M.
Con licencia en Sevilla
en casa de Francisco Sánchez Reciente, Impresor con inteligencia de la lengua
Latina, en la calle de la Sierpe”.
“Las dos hermosas copias se admiraban,
de
nuestros dos infantes peregrinas;
que fueron en Adonis tan
mirados,
al verse tan bien vistos, muy bien vistas.
Expresión era del Señor Don Carlos,
Genuina una tarjeta con las hijas de Júpiter,
Las tres amables Gracias…
De nuestro Omnipotente, el gran Philipo,
I de Isabela célebre heroína,
dos copias a este sitio se miraban,
ahuu(sic), del famoso Apeles propia envidia”[18].
De clásica estructura, el arco de los
plateros levantado para la ocasión llegó a medir “20 varas de altitud, 10 varas
de latitud, y de sólido o grueso 3 varas y media” (16 metros y medio; 8 metros;
3 metros). Comenzando por el ornato de arco, su base estuvo formada por
dos pedestales jaspeados de 2 varas, policromados en blanco, negro y encarnado,
centrados por dos molduras doradas, quedando rematados por cuatro antorchas;
sobre estos, se levantaron dos cuerpos apilastrados, adornados con jeroglíficos
y enigmas de Marte con trofeos, alfarjes, clarines y flechas dirigidos a las
familias Borbón y Farnesio; sobre la cornisa, iban intercalados doce faroles de
plata que durante tres noches iluminarían la máquina, además de cuatro
armaduras de acero con lanzas abanderadas. En sendas claves del arco, quedaron
representadas las figuras de dos serafines en relieve de los que partían
festones plateados; sobre la cornisa, un segundo cuerpo quedaba centralizado por dos grandes coronas de plata
de vara y media cada una, bajo las que se representaban las efigies de los
monarcas, sobre dos corazones de áureas llamas, todo ello flanqueado por
trofeos marciales, a base de clarines,
lanzas, escopetas, banderas, carabinas…; en general, eran ornamentos propios del
diccionario estético del arte
europeo, puesto que los artista españoles, poco a poco se estaban poniendo al día del vocabulario e ideales
artísticos con que se decora en Europa, Francia e Italia fundamentalmente.
Como remate de la arquería, se elevaba una pirámide en la que se incluían las
letras iniciales de Felipe e Isabel y una flor de lis, quedando coronada por
una V[19].
Respecto a otros acontecimientos sociales
en los que participaron los miembros de la corte durante su estancia en la
capital andaluza, conocida era la devoción y el sentimiento personal que
profesaba el monarca Felipe V hacia las manifestaciones religiosas, Semana
Santa, Corpus… con el apoyo incondicional hacia sus súbditos a través de la
religiosidad popular, tal y como quedaría demostrado durante su estancia en la
capital andaluza. Bien documentadas fueron años más tarde, sus asistencias a
los cortejos del Corpus durante los años 1731 y 1732, en las que por motivos de
salud, fueron presididas desde el palacio de los Reales Alcázares; debiéndose
modificar, en ambas ocasiones, el discurrir de las funciones eucarísticas de sus
tradicionales itinerarios, “ya
que su indisposición no le permitía acompañar a esta religiosa función como
quisiera”[20].
De hecho, para la celebración del Corpus en 1731, a celebrar el día 24 de mayo,
se haría llegar una misiva al cabildo catedralicio por parte del señor marqués
de la Paz, secretario de Estado Real, en la que comunicaba el deseo del monarca
para que “en la próxima solemnidad del Corpus pase la procesión por la cercanía
del Alcázar frente a los balcones de la casa de la Contratación a la hora de
las doce para que sus majestades la vean”[21].
Cuestión que se repetirá al año siguiente de 1732, “ya que su indisposición no
le permitía acompañar a esta religiosa función como merece”[22].
De nuevo, la custodia de Arte que
procesionaria en la festividad, junto a otras de diversas capitales hispanas se
convertirían en algunas de las piezas de orfebrería de la época moderna; pero
es en la misma fiesta religiosa en el espacio urbano la que se convierta en una
obra de arte total que expresaba la armonía y unidad de toda la sociedad. La
presencia del monarca podría añadir solemnidad, pero qué duda cabe de que la
ciudad adornada hasta el extremo, vería pasar un mundo jerarquizado y rígido en
sus estructuras en el cada uno ocupaba su lugar. Para esta segunda ocasión, y en lo
concerniente al engalanamiento urbano para la procesión eucarística, el Cabido
Municipal volvería a incentivar a los gremios para que erigiesen nuevos arcos
efímeros, para alcanzar un mayor esplendor durante el acto festivo religioso.
Será ahora, y relacionado con el nuevo
acontecimiento, cuando tengamos referencias acerca de otra realización efímera,
otro arco, llevado a cabo al igual que el anterior, por el gremio de los
plateros para la celebración del Corpus Cristi de 1732[23]. En
esta ocasión, y respecto a la documentación aportada, con la ausencia gráfica,
tanto de estampas como dibujos, nos impiden conocer hasta el momento el aspecto
de su composición; sin embargo, algunas descripciones fueron ofrecidas en el
texto localizado sobre ciertas datas y la cesión de algunas obras para su
realización, siendo anotadas en el informe realizado por Plácido Muñoz
Enamorado, maestro artista platero, y mayordomo de la hermandad del Señor San
Eligio, conocida tambien por San Eloy[24]. La suma total de gastos ascendió a un total de
dos mil quinientos y cincuenta y dos reales y ¾ de vellón[25]; tambien
en dicho escrito fueron recogidas las intervenciones llevadas a cabo por diferentes
personalidades, afines o no, al mencionado gremio, quienes participaron durante
los dos días que duró su construcción; así como la colaboración efectuada por algunos
edificios religiosos aportando algunos de sus bienes muebles, que vendrían a
enriquecer la máquina arquitectónica.
El reflejo de la caótica situación por la
que seguía atravesando la sociedad sevillana de la primera mitad del siglo
XVIII, continuaría extrapolándose igualmente al ámbito artístico ocasionándose
cierto retroceso; prueba de ello fueron la carencia y la falta de calidad en
los materiales empleados por los gremios artísticos para la elaboración de
algunas de sus creaciones, entre las que se encontrarían las efímeras y
festivas, debiendo acudir en más de una ocasión al préstamo de bienes para su
recreación[26].
Como referencia, mostrar la comparativa entre los gastos ocasionados durante la
primera construcción llevada a cabo por el gremio de plateros, que alcanzaría
la cifra de cinco mil trescientos doce reales en 1729; y la segunda de
1732, que vería reducido los costes
prácticamente a la mitad en dos mil quinientos cincuenta reales de vellón. Para
esta segunda construcción efímera, algunos de los bienes muebles que
compusieron la obra fueron: las santas Justa y Rufina, del convento homónimo;
varios santos, sin especificar, procedentes del extinto convento de San Agustín
un ancla, algunos faroles provenientes de los conventos de los Terceros y
Montesión, al igual que Tres Virtudes Teologales tambien de procedencia
desconocida.
Seguidamente, reseñar una serie de gastos
“menores”, ocasionados durante y
mediante las jornadas del Corpus de 1732 en relación a la máquina construida;
entre los que se hallaban las bebidas ofrecidas durante el montaje y su
custodia, y los gastos ocasionados por las vestimentas de aquellos dos diputados
que estuvieron custodiando dicho arco durante el festejo: “De dar de beber dos
días a los que trabajaron en el Arco y los que hacían mandados, de diferentes
mandados sueltos y dar de beber cerveza a los que colgaban; del refresco de la
tarde del Corpus a los que asistieron al Arco; y de la cena que se dio aquella
noche a los que trabajaron en quitar el Arco y del refresco que se le dio a la
familia de la casa, en donde se recogieron las colgaduras y plata del Arco”[27].
Respecto al apartado de telas y
vestimentas, referir las siguientes piezas: “…de los roquetes y unas mangas;
del alquiler de dos pelucas; de un maestro y dos oficiales de sastre que
compusieron las colgaduras que se descocieron para poner en dicho Arco; tafetán
maltratado que sirvió para vestir a las Tres Virtudes…”[28].
Recapitulando, y como conclusión, añadir
cómo, los recorridos trazados para los diferentes actos festivos o
conmemorativos, que se llevaron a cabo en ciudades hispanas históricas, nos
fueron dando las pautas sobre cuál era la imagen que esa ciudad quería dar de
sí misma, pues los trayectos se adaptaban para pasar por los lugares más bellos,
a veces, transformados para la ocasión, todo ello convenientemente acentuado
por ese “disfraz” de lo efímero que intentaba, no siempre con el éxito deseado,
recrear la antigüedad[29].
Comentar finalmente, que lo efímero, no solo quedaría patente en estas
magníficas obras de arquitectura, sino que se extendería a otros ámbitos de la
sociedad, un tanto ajena al agónico momento que desde hacía décadas vivía la
ciudad de Sevilla; una ciudad que se debatía entre el apego de la tradición y
la aceptación de las novedades en un periodo que comenzaba a ser dramático,
hecho que no se tendría en cuenta por el Cabildo Municipal, no solo por los
fastos llevados a cabo para recibir a la corte de Felipe V, sino durante los años
de su permanecía entre sus muros, ocasionando
continuados déficits en las arcas municipales. La siguiente visita real
a la capital hispalense estaría protagonizada por SS.MM. Carlos III y su corte
en el año 1760[30],
pero esa sería ya, otra historia…
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Figura 1º. Portada de la “METRICA DELINEACIÓN DEL MARCO TRIUMPHAL, QUE EL ARTE
ILUSTRE DE LA MPLATERÍA ERIGIÓ EN LA PLAUSIBLE ENTRADA DE SUS MAGESTADES, I
ALTEZAS EL DÍA DE FEBRERO DESTE AÑO DE 1729”.AGAS.Leg. 2975,s/f. 123640001AGAS.jpg
Figura
2º. Arco levantado por el gremio de los plateros para recibir a la corte de
Felipe V
e
Isabel de Farnesio en Sevilla en 1729. Publicado en la Revista Atrio, 1980, Nº1,
p.22
[1] Peter Burke es fellow del Enmanuel College de la Universidad de Cambridge, donde ha sido desde su jubilación, profesor de Historia Cultural. Ha escrito más de veinte libros entre los que se cuenta Visto y no visto. El uso de las imágenes como documento histórico (2001).
[2] ALEGRE CARVAJAL, E. (2016): “La Arquitectura”; en La Materia del Arte;Edit. Areces; Madrid; pp.146-147.
[3] Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (2001): Felipe IV (1621-1665),
Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Área de
Historia. CDU: 929Felipe IV, Rey de
España.
[4] AGAS. Sec. Expolios, leg.2.957;
s/f.
[5] A.M.S, Sección 5, Actas capitulares, tomo 303,s/f.
[6] Ibidem.
[7] Ibidem.
[8] Ibidem. “El señor Teniente Mayor
D. Thomás Pinto Migues, expuso a la Junta haberle dicho su señoría el Excl.
Conde Nuestro Asistente, hiciese presente en ella haberle dicho al Excl. señor
marqués de Villena, Mayordomo Mayor de S.M., que mediante no haberse de hacer
las fiestas Reales de toros por estar en cinta la Reina Nuestra Señora, hasta
que S.M., saliese de dicho cuidado, y que mediante tanta dilatación de tiempo,
po podía estar embarazada con los andamios la plaza de San Francisco, ni sus
casas con sus apuntalados por los grandes perjuicios que recibirían los vecinos
de ella…”.
[9] Prieto Gordillo, J.; (1989): “La visita de Felipe V y su corte a Sevilla: el gremio de los plateros”. Sevilla, en Revista Atrio nº1,pp.21-35.
[10] Los magníficos arcos y demás adornos de la carrera, se describen detalladamente en: Lorenzo Bautista De Zúñiga. Anales Eclesiásticos i Seglares de la M. N. i M. L. Ciudad de Sevilla que comprehenden la Olimpiada o Lustro de la Corte en ella. Sevilla 1774, reeditada en edición facsímile, por el Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Sevilla. Sevilla, 1987, pág. 14
[11] PALOS, J. L. /CARRIÓ-INVERNIZZI, D.: LA HISTORIA IMAGINADA. Construcciones visuales del pasado en la Edad Moderna. (2008),Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica, p.22
[12]Ibidem, p.22
[13] PRIETO GORDILLO, Juan.: (1989): op.cit. p.21.
[14] AMS, Sec.5ª, Tomo 303, S/f.
[15] Prieto Gordillo, Juan (1989): op.cit. pp.22, 24,25.
[16] AMS; Sec. 5; Tomo nº3; s/f.
[17] VISCEGLIA, M. A. (2009): Riti di corte e simboli della regalita. I
regui d´Europa e del Mediterráneo dal Medioevo all etá Moderna. Roma;
Salerno Editrice.
[18] Fragmento
correspondiente al texto que acompaña la publicación: METRICA
DELINEACIÓN DEL MARCO TRIUMPHAL, QUE EL ARTE ILUSTRE DE LA MPLATERÍA ERIGIÓ EN
LA PLAUSIBLE ENTRADA DE SUS MAGESTADES, I ALTEZAS EL DÍA DE FEBRERO DE SETE AÑO DE 1729, AGAS. Sec.
Expolios, leg.2.957, s/f.
[19] SOTO CABA, V. (1988): “Los
catafalcos de Carlos III: entre la influencia neoclásica y la herencia del
barroco”, Revista Fragmentos, (Madrid
1988), nº 12, 13,14, edit. Ministerio de Cultura, pp.129-143.
[20]AMS; Sec. 5; Tomo nº3; s/f. GÁMEZ MARTÍN, J.; (2014):“La nueva Monarquía, Religión y Sociedad. Felipe V y la Sevilla del lustro real (1729-1733)”, ISIDORIANUM 23/45 (2014),pp190-195.
[21]GÁMEZ MARTÍN, J. (2014):“La nueva
Monarquía, Religión y Sociedad…” op.cit.
[22] Ibidem.
[23] AGAS. Sec. Expolios; leg.2.957, s/f.
[24] DOMÍNGUEZ ARJONA, J.: https://lasevillaquenovemos.com/2012c/eloyd.html
[25] AGAS. Sec.
Expolios; leg.2.957, s/f.
[26] Ibidem.
[27] Ibidem.
[28] Ibidem.
[29] Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo CEHOPU: Selección de tratados españoles de arquitectura y construcción, siglos XVI-XX. http://cehopu.cedex.es/es/biblioteca.
[30] MATUTE Y GAVIRIA, J. (1886): Noticias relativas a la historia de Sevilla. Sevilla: Enrique Rasco, p. 165 AMS, Sec. II Contaduría, carpeta 90, doc. 123. AMS, Sec. X Actas Capitulares, 1ª escribanía, tomo 51 siglo XVIII, fols. 100-128. ANÓNIMO (1759). PUNTUAL DESCRIPCIÓN, / en la que con brevedad se describe la mag / nífica, y plausible solemnidad, con que la / muy Noble, siempre Leal Ciudad de Sevilla, celebró el día quatro de Noviembre / de mil setecientos y cinquenta y nueve, el / Acto de levantar el Real Pendón por la / Augusta, y Catholica Magestad de el Rey Nues / tro Señor DON CARLOS III y de / las demonstraciones de júbilo, que / huvo en su obsequio. Sevilla: Imprenta Mayor, pp. 5-9