Francisco
de la Calle Almansa ,
segundo abad de Olivares
Artículo
publicado en la revista de la catedral de Santiago de Compostela: ANNUARIUM
SANCTI IACOBI. Nº4 AÑO 2015. Pp.149-162
Resumen: Tras el
fallecimiento del primer abad de la villa de Olivares, Francisco Fernández
Beltrán, le sustituirá en el cargo Francisco de la Calle Almansa, quien
tras una breve estancia en la catedral de Santiago de Compostela (1626-1632),
donde ejerce como cardenal, llegaría a la localidad sevillana en el año 1633
para ejercer como abad. Personaje de relevada importancia, junto a los
mencionados cargos como cardenal de Santiago y abad de la colegiata de
Olivares, llegaría a ostentar los títulos de Capellán de honor de Felipe IV y
Capellán Mayor de los Reales Alcázares de Sevilla.
Palabras clave: Olivares, abad, colegiata, siglo XVII, Felipe IV, capellán.
Abstract: After the
death of the first abbot of the village of Olivares, Francisco Fernández Beltrán,
he was replaced by Francisco de la Calle Almansa, who after a
brief stay in the cathedral of Santiago de Compostela (1626-1632), where
he was a Cardinal, arrived in Seville in 1633 to be the next
abbot, an important person occupying the posts of Cardinal in
Santiago de Compostela and abbot of the collegiate of Olivares, and
holding the titles of Chaplain of honour of Felipe IV and Mayor Chaplain of the
Alcázar of Seville.
Keywords: Olivares,
abbot, collegiate, 17 th century, Felipe IV, chaplain.
El
día 1 de marzo de 1632, el Papa Urbano VIII, expedía una Bula en Roma para la
erección de una Colegial en la villa de Olivares (Sevilla), en la capilla
fundada y erigida a la Virgen de las Nieves por el segundo conde de Olivares,
Enrique de Guzmán, constituyéndose a partir de ese instante en una filial de la
basílica romana de Santa María la Mayor; fue dotada de sus correspondientes
estatutos y de una cantidad anual de 1.500 ducados de vellón para su regular
funcionamiento, cual si de una catedral se tratase.
El
primer abad que tomó posesión fue Francisco Fernández Beltrán (1624-1633); le
sucedió en el cargo Francisco de la Calle Almansa (1633-1650); el tercer miembro
eclesiástico que ejerció la jurisdicción fue Juan Bautista Navarro (1651-1679);
le siguió Francisco Rico de Villarroel (1682-1712); tras unos años vacantes,
llegó a Sevilla un nuevo abad, Luis Francisco Sánchez Duro de Velasco (1715-1740).
El sexto abad fue Isidro Alfonso de Cavanillas (1741-1753); el séptimo miembro
eclesiástico que ocuparía el trono de la colegial sería Agustín de Alvarado y
Castillo (1754-1772), siendo sucedido por Antonio Puig y Durán, quien fallece
tan solo un año después, sin llegar a tomar posesión. El noveno abad fue
Bernardo Poblaciones Dávalos (1773-1817); el último que ejerció la potestad en
la colegial fue José María Mariscal y Rivero (1818-1836); tras su fallecimiento
fue nombrado para el cargo Vicente Román Gómez y Herreros, que no llegaría a
ocupar Olivares, tras fallecer repentinamente, “a partir de esos instantes, la
abadía se rigió por diversos capitulares como gobernantes eclesiásticos, siendo
el último de ellos Pedro Berenguer, que, tras extinguirse la Colegiata en 1852,
regresó a Sevilla como capellán real”.
BIOGRAFÍA.
RELACIONES PERSONALES
El
abad Francisco de la
Calle Almansa , hijo de Francisco de la Calle y de Ana de Almansa,
nace en la villa riojana de Ribafrecha hacia 1570, siendo bautizado en la parroquia
de San Pedro de la misma[1].
Fue el segundo de cuatro hermanos, Juan, Alonso y Pedro. Como tantos segundos descendientes de las familias nobles,
a Francisco de la Calle se le impuso la carrera eclesiástica, ingresando en la
Universidad de Alcalá de Henares para estudiar teología, llegando a obtener el
título de doctor en Summas[2].
Figura
1. Parroquia de San Pedro en Ribafrecha (La Rioja). Siglo XVI
Fotografía
cedida por el Ayuntamiento de Ribafrecha
[1] Archivo Notarial de Sanlúcar la Mayor, ANSM, Protocolos Notariales de Olivares. Bartolomé Suarez
Villar, nº.530, s/f.: Hasta la localización de la presente fuente documental,
su testamento, se le consideraba de origen granadino. GOY DIZ, Ana, “Obras en
la Colegiata de Olivares en la época del conde-duque: La sillería coral de
Bernardo Cabrera”. Sevilla,
Universidad de Sevilla, 1995, Laboratorio
de Arte, nº8, pp103-126. ALVAREZ CLAVIJO, María Teresa, “Iglesia parroquial
de San Pedro en Ribafrecha (La Rioja): su construcción en el siglo XVI”. Logroño,
Berceo, 2000, nº 138, pp.39-60.
[2]
Juan de la Calle, natural de Ocón, en 1622 recibió la mitad de los bienes en
plata que su hermano poseía, gracias a una donación que Francisco, ya por aquel
entonces cardenal, firmó el día 10 de septiembre
en Santiago (ANSM, Protocolos Notariales de Olivares. Bartolomé Suarez Villar,
nº.530, s/f.). GOY
DIZ, A., “Obras en la […], op.cit.: “Alonso de la Calle fue mayordomo de don
Maximiliano de Austria, durante la etapa que este pasó en la Universidad de
Alcalá de Henares y en 1582 tomó posesión de de la silla abacial de Alcalá la
Real (Jaén), en nombre de su señor”. HOYO, Jerónimo del, Memorias del arzobispado de Santiago, 1612. Ángel Rodríguez González - Benito Varela
Jácome (Eds. y trans. del ms. original). Santiago de Compostela, edit., 1949,
p.130.:
“a finales de los años veinte era abogado del tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición de Valladolid, y alcalde de la Hermandad de Estado de los
Caballeros de la ciudad. En 1626 tomó como esposa a doña Francisca Sánchez del
Campo, hija de don Luis Sánchez García, secretario del rey Felipe IV”. GALLEGO Y
BURIN, Antonio, Granada. Guía artística e
Histórica de la ciudad, Granada, Comares, 1993, p.384: “Pedro
de la Calle, veinticuatro del Ayuntamiento de Granada, fue uno de los
benefactores del convento de Santa Isabel la Real, una fundación real, en la que este
personaje dispuso su capilla funeraria en el lateral izquierdo del templo,
frente a la puerta. Su hijo, don José de la Calle y Heredia, desempeñó el
puesto que su padre había ocupado en el Ayuntamiento granadino hasta el año
1638”.
Posiblemente,
y tras el pronto fallecimiento de sus padres, Francisco marcharía a la ciudad
de Granada viviendo bajo la tutela de su hermano Pedro para seguidamente trasladarse
a la ciudad de Alcalá de Henares para realizar sus estudios de Teología.A
partir de entonces alternaría su residencia con largos periodos de tiempo entre
las ciudades de Alcalá, donde muy posiblemente entablase cierta amistad con el
señor obispo Maximiliano de Austria, y Granada; sin embargo, los estudios y los
compromisos religiosos le obligarían a abandonar Granada definitivamente a
finales del siglo XVI, incorporándose a las órdenes del obispo Maximiliano como
“familiar”, hecho que sin embargo nunca supuso un distanciamiento de su
familia, a la que el futuro abad se mantuvo unido durante toda su vida[1].
Será
en el año 1596, tan solo dos años después de la muerte de sus progenitores,
cuando rompa definitivamente los lazos de unión con su tierra natal abandonándola
para siempre. Un año antes, se comenzaron a finiquitar una serie de cuestiones
de índole administrativas y jurídicas con su hermano mayor Juan, por aquel
entonces Gobernador de la villa y tierras de Ocón, entre las que se encontraban
la parte de la legítima de sus padres, bienes raíces y cierta suma de
maravedíes. Dichas cuestiones perduraron en el tiempo al menos hasta el año
1640 cuando fallece su hermano mayor[2]. A partir de entonces, al quedar “muchos
papeles sin resolver”, de la
Calle le otorgaría “poder para pleitos” a José González,
miembro del Consejo de S.M. en el Real Sitio de Justicia y la General Inquisición ,
agradeciéndole sus servicios años más tarde en una de las cláusulas de su
testamento, en la que se le ofrecía dos pinturas por mediación de su sobrino
Juan “de las de mi casa que las dejo señaladas”.
Acompañando
a su protector se traslada a las ciudades de Cádiz en primer lugar y a Segovia
en 1602. En 1603 don Maximiliano fue nombrado por Felipe III nuevo arzobispo de
Santiago, y a finales del verano de ese mismo año haría su entrada en la
ciudad, acompañado de toda su corte[3]. Al año siguiente, Francisco de la Calle se incorporaría al
arzobispado compostelano siguiendo una vez más los pasos de su amigo para
ingresar en la prebenda del cardenal de Santiago. En noviembre de 1607 ya era
canónigo y mayordomo particular del arzobispo ocupándose de la administración
de la residencia del prelado.
Sin
embargo, su situación varió tras el fallecimiento de Maximiliano el día 1 de
julio de 1614. En su testamento, el arzobispo dispuso la designación de sus
testamentarios recayendo en los canónigos Carrillo de Aldrete, Hoyo,
Padilla-Medina y de la Calle, como cardenales de la Santa Iglesia de Santiago,
y como albacea también al citado Francisco, quién quedaría vinculado a la
ciudad de Santiago hasta el momento en que se cumplieron todas las mandas
testamentarias del difunto:
“Declaro y digo que por cuanto el
Ilustrísimo Señor Maximiliano de Austria, arzobispo que fue de su santidad me
nombró por uno de sus cuatro testamentarios, que fueron el primero y principal,
el señor Don Martín Carrillo y Alderete, cardenal que a la sazón era en la
dicha Santa Iglesia, Inquisidor Apostólico en el Reino de Galicia, y hoy es
arzobispo de Granada, y el Licenciado jerónimo del Hoyo, cardenal así mismo de
la dicha Santa Iglesia, y Julio Saraet Camarero, de su Ilustrísima, canónigo de
la dicha santa Iglesia,…”.
Después del triste suceso, y en virtud de la Real Cédula Ordinaria de S. M, se iniciaron los trámites para la realización de los inventarios y embargos de todos los bienes, expolios, menajes y rentas de Su Señoría Ilustrísima. Para ello de
Tras su regreso a la ciudad compostelana, continuaría ayudando a los administradores y contadores de confianza que en vida tuvo Maximiliano. Respecto a la recogida de los diezmos, del partido de Granada se hizo cargo don Francisco de Vibero y Valdivieso; por Valladolid, Antonio de Astorga, tesorero y contador de aquel partido que ejercía por su Ilustrísima desde que tomó posesión de dicho Arzobispado; y en el partido de Santiago de Compostela por el Licenciado Diego de Anunciabay, racionero de dicha Santa Iglesia, persona que desde el año seiscientos ocho, ejercía por su Ilustrísima, recogiendo todos los maravedíes y hacienda que venían de los partidos de Granada y Valladolid, y poniendo especial interés en las cuentas efectuadas por el licenciado Diego de Anunciabay, quién fallecería en el año 1629 sin acabar las mencionadas[4].
Figura
2º. Abad Francisco de la Calle Almansa
Oleo
sobre lienzo, siglo XVIII. Colegiata
de
Nuestra Señora de las Nieves de Olivares.
Fotografía: Juan Prieto Gordillo
En
el año 1626, el cardenal de la Calle fue nombrado fabriquero de la catedral,
produciéndose algunas de las polémicas habituales. En esta ocasión vendría
propiciada a raíz del fallecimiento, cuatro años antes, del arzobispo don Juan
Beltrán de Guevara, tras la decisión de sus testamentarios en depositar sus
restos en un sepulcro en el segundo tramo de la girola de la catedral, entre
las capillas de San Andrés y San Fructuoso[5]. Para
ello se escogería un diseño presentado por el cantero Francisco González
de Araujo, en el que por primera vez se representaría una figura orante sobre
un sepulcro en piedra enmarcado por un diseño arquitectónico. Esto supuso el
agravio comparativo para con el resto de los sepultados hasta esos instantes en
suelo catedralicio, por lo que tras las protestas llevadas a cabo por un buen número de canónigos, encabezados por
Francisco de la Calle, harían que se abandonase el proyecto inicial.
Todo
lo reseñado con anterioridad le serviría al cardenal riojano para afianzarse en
su puesto, convirtiéndose en uno de los personajes destacados del Cabildo,
siendo elegido en dicho año vicario capitular junto a Julián de Cangas. En 1629
renunciaría al cargo de fabriquero, que volvió a desempeñar en 1632[1]; como
nota curiosa durante su estancia en la catedral compostelana, para amenizar las
fiestas del Corpus de 1618, Francisco de la Calle y el licenciado Hermosilla,
como representantes del Cabildo compostelano, se contrataría una compañía de
comediantes dirigida por un tal Pedro de Callenueva[2].
LA MARCHA DEL CARDENAL DE LA CALLE
A SEVILLA.
En los primeros días del mes de julio de 1632 fallecía
el primer Abad de Olivares, el señor don Francisco Fernández Beltrán
(1624-1632)[3], quien obtendría del duque una asignación
anual para la colegial de 1.500 ducados.
A finales de dicho año se conoció la noticia que
Francisco de la Calle había sido nombrado abad de la Colegiata de Olivares
debiendo trasladarse a dicha villa en la provincia de Sevilla. Inmediatamente
su sobrino, Gabriel de la Calle y Heredia se haría cargo de todas sus propiedades
y prebendas, llegando incluso a supervisar algunas cuestiones relacionadas con
el testamento de don Maximiliano que aún estaban sin solventar.
El
9 de julio de 1633 don Francisco de la Calle, cardenal de la santa Iglesia de
Santiago, capellán de honor de Felipe IV, y canónigo de fábrica de la catedral
Compostelana, fue designado para ocupar el puesto de Capellán Mayor de los Reales
Alcázares de Sevilla, y Abad de la Colegiata de Olivares (Sevilla). Su
ilustrísima era hombre de cuidada formación, gran experiencia y recio espíritu,
que desde principios del XVII había vivido en Santiago, donde ocupaba buen
puesto como profesor de la Universidad. En un intento por mantenerse en
Santiago, don Francisco reclamó su cátedra de Teología en la Universidad, pero
de nada sirvió, y en el otoño de 1633, abandonó definitivamente Compostela. Su
traslado a Sevilla parece estar motivado por la difícil situación en la que en
aquellos años atravesaba la iglesia de Olivares.
Su
llegada propiciaría la amistad con el entonces arzobispo de Sevilla, el
cardenal Gaspar de Borja, quién andaba ensalzado en pleitos con su Cabildo
respecto de la continuidad de la Abadía, pues sus opositores estaban divididos
entre sí. De hecho, tanto el señor don Francisco Fernández Beltrán, primer abad
de Olivares, como su sucesor don Francisco de la Calle, ayudados por las
favorables circunstancias y coyuntura política del momento, sortearon
hábilmente todos los inconvenientes y enfrentamientos que supuso la erección de
la Abadía.
Sin
embargo, desde el año de la desmembración de la villa de Olivares de la
jurisdicción del arzobispado de Sevilla, 1623, hasta 1652, estuvieron disputando
la erección de la Colegial. Tal es así que, en los 29 años que transcurrieron,
ninguno de los dos primeros abades pudo tomar posesión jurisdiccional de su
territorio, solo ceñida a la villa de Olivares.
Un
año más tarde de su llegada a Sevilla, en 1634, se trasladaría a la residencia
del citado, Isabel Sáenz, viuda y vecina de la villa de Ocón, quién durante
años estuvo sirviendo en la casa paterna de Francisco de la Calle[4].
De ese mismo año es el poder que el Abad otorga ante el notario de la villa de
Olivares Bartolomé Suárez del Villar a favor del señor don Lope de Huarte, deán
y contador de la santa iglesia de Santiago para que recogiese de su sobrino
Gabriel de la Calle y Heredia, la pensión anual de seiscientos ducados de plata
que le seguían estando reservados en la prebenda que dejó en Compostela; así
como “los frutos de los beneficios de Santo Tomé de Ayames, de San Juan de Toro
y de San Miguel de Brandarís”, que poseía desde hacía catorce años de la
diócesis de señor Santiago[5].
El año 1636 estuvo marcado en la vida del señor de
la Calle por la intensa labor artística realizada en la colegial de Nuestra
Señora de las Nieves colaborando en su nueva arquitectura. De hecho fue en este
periodo cuando se realizó la sillería coral por el tallista gallego Bernardo
Cabrera, quién había hecho el coro para la catedral de Santiago de Compostela[6]; así
como en la realización de dos ciriales y dos cetros que el platero Gaspar
Vozmediano realizó por el precio de 3.611 reales, para la Colegiata por encargo
directo del abad[7].
Figura
3º. Cirial realizado por Vozmediano en 1636
para la ex-colegial de Olivares
Fotografía. Francisco Amores Martínez
[1] Archivo Catedral Santiago. ACS, Actas Capitulares, 1631-1635, Libro XXVII, fol. 55.
[2] ACS. Actas Capitulares. Pedro Díaz de Valdivieso, nº 691-c, fol. 46.
[3] MESA JARÉN, Antonio., Crónicas de una iglesia: La capilla Mayor y la Insigne Colegial de Olivares, Sevilla, Facediciones, 2103, pp.155-166.
[4] ANSM, Protocolos Notariales de Olivares, Bartolomé Suarez Villar, nº.530,s/f.
[5] Ibídem.
[6] GIL-BERMEJO GARCÍA, Juana., “Datos sobre la Colegial de Olivares: la sillería del coro”, Sevilla, Diputación de Sevilla, 1984, Archivo Hispalense, nº 205, pp.169-177.
[7] AMORES MARTÍNEZ, Francisco., “Noticias de platería sevillana”, Sevilla, Universidad de Sevilla 2010, Laboratorio de Arte, nº 22, pp.504
Lamentablemente, tan solo dos años más tarde, en 1638,
fallecía en Granada su hermano
Pedro de la Calle, nombrado desde años antes “Veinticuatro de la ciudad”; desde
el año 1620, su hijo Gabriel de la Calle y Heredia, hubo permanecido bajo la
tutela del cardenal Francisco, quién se responsabilizó de su educación y
estudios, dirigidos, como no podía ser de otra manera, hacia la rama de la
Teología, “a quién crie y eduque dentro
de mi casa y en las de los maestros a quién se lo entregué y en la Compañía de
Jesús de Villagarcía y cursos en Salamanca y viajes que hizo a dicha
Universidad”. Gabriel llegaría a ser cardenal de Santiago de Compostela e
Inquisidor Apostólico del Reino de Galicia.
Del
año 1642 se tiene constancia de una visita que realiza a Madrid, a través de
una donación que realizaría a su sobrino Juan José de la Calle, caballero de la
orden de Santiago e hijo de su hermano Juan. La donación constó de las piezas
siguientes:
“Una caja
de plata larga de China, que pesa tres marcos y dos ochavas. Una campañilla de
plata que pesa dos marcos. Una pililla de agua bendita, que pesa un marco,
cinco onzas y dos adarmes. Un azafate grande cuadrado, grabado y calado con un
escudo que pesa diez marcos y seis onzas. Una papelina dorada y lisa que pesa
dos marcos u cuatro ochavas. Un braserillo blanco con dos asas y cuatro
cartelas que pesa dos marcos, cinco onzas y dos ochavas. Una salvilla dorada y
labrada con un festón levantado en medio que pesa cinco marcos, tres onzas y
dos ochavas. Una fuente labrada y dorada con mi escudo de armas que pesa ocho
marcos y seis onzas. Un bernegal dorado y picado de lustre con su punta en
medio y un encortado por la parte de fuera que pesa dos marcos, cuatro onzas y
dos ochavas”.
TESTAMENTO
Fue
el día 2 de junio de 1646, cuando
Francisco de la Calle realizaría su testamento ante el escribano público de
Olivares, Bartolomé Suárez del Villar, al que habría que añadir un codicilo
redactado el día 20 de diciembre de 1650; en ambos se especificaba que debería
ser enterrado en la Colegial en el sitio que designasen los Excelentísimos Patronos de la Colegial y los Señores Prebendados de S. Cabildo.
Para
cumplir y ejecutar su testamento dejó designados a los señores licenciados
Francisco de la Sierra, arcediano; Alonso Carrillo, chantre; Francisco Navarro
Cano, canónigo licenciado; Miguel Cubillo Lozano y Juan Moreno; todos
dignidades y prebendados de la colegial de Olivares. Y para recoger y cobrar
sus bienes, pagar todos los funerales, deudas y legados, nombraría como
albaceas al padre fray Diego de Collados, de la orden de San Jerónimo, prior y predicador
en su convento de San Miguel de Sanlúcar la Mayor y a Jerónimo Ladrón de
Guevara, vecino de Sevilla.
Siguiendo
el orden de las cláusulas aparecidas en la carta, primeramente se detallaron el
lugar y el número de misas dispuestas: ocho misas cantadas y acompañadas de
música en la colegial, con túmulo, para cumplir el novenario que se le
dedicaría; mil doscientas misas rezadas, de estas, cuatrocientas las dirían los
señores cura y beneficiados de la villa de Ribafrecha, trescientas se
oficiarían en
la
parroquia de San Miguel de la villa de Ocón, las otras trescientas los curas
franciscanos del convento de Nuestra Señora de Vico,
también
en la Rioja, y
las doscientas restantes en esta dicha Colegial, encomendándosele su
cumplimiento a su sobrino Juan de la Calle. Como complemento a esta información,
añadir la donación para la iglesia colegial de Olivares de cien reales para la cera de su altar
mayor, incienso y toque de campanas durante sus cabos de año.
Seguidamente,
se les otorgaba permiso a los mencionados señores, de la Sierra, Carrillo, y
Navarro Cano, para que pudiesen “tomar las llaves de
esta casa y palacio del conde-duque mi señor, en que su excelencia me dio
habitación, y puedan recoger y poner cobro a todos mis bienes y menajes que
tengo y tuviere en ella, y pan que tuviere en el alhorí, accesorio a este
palacio, y los ganados de mi caballeriza, y los demás que tuviere en el campo,
coche litera, guarniciones y pertrechos de ellos…y así mismo puedan recoger y
cobrar los menajes y más cosas que tengo y se hallaren en el cuarto de habitación
que su excelencia me señaló en los Reales Alcázares de Sevilla”.A
los tres albaceas citados se les haría entrega de una alhaja o pieza de plata.
Respecto
a la valoración de los bienes, la persona designada para tal fin fue Atanasio
Ximénez de Arellano, caballero de la orden de Calatrava del Consejo de S. M., y
su Oidor en la Real Audiencia de Sevilla.
En el apartado de últimas voluntades, se revocaba y anulaba
cualquier testamento y codicilos hechos anteriormente, mandas y poderes para
testar y cualquier otra disposición que hubiese efectuado con anterioridad a la
redacción del presente testamento “salvo este mi testamento, y quiero valga y
se guarde, cumpla y ejecute, lo en el contenido...lo firmé de mi nombre en
Olivares a diez y siete días del mes de Mayo de Mil y Seiscientos y Cuarenta y
Seis años”. La entrega de dicho testamento al escribano público de la villa de
Olivares, Bartolomé Suárez del Villar se realizó el día 2 de junio del citado
año, ante los siguientes testigos: Francisco Pérez Navarro, Miguel de Cubillo
Lozano, Juan Bernal Suárez, Juan Bernal de Morales, licenciados todos; y los
canónigos de la colegial, Pedro Muñoz Moreno y José Morillo.
Sin
embargo, no sería este testamento el último documento en el que se recogerían
las últimas voluntades y disposiciones del abad Francisco de la Calle;
definitivamente, el día 20 de diciembre de 1650 estamparía su firma en un nuevo
codicilo que lo corroboraba. En este se daba buena cuenta del contenido casi
íntegro del testamento realizado en 1646.
DISPOSICIONES FINALES
Destacar
nuevamente, en una de las disposiciones finales la entrega de bienes a favor de
su sobrino Juan José de la Calle, “después que yo sea fallecido y siendo
necesario a mayor abundamiento, le hago de nuevo gracia y donación de lo que
dicho es”; recordar que no es la primera vez que sucedería este hecho a favor
del mismo, pues con anterioridad se han citado los entregados durante la visita
efectuada a Madrid en el año 1642. En esta ocasión fueron los siguientes:
“…y así mismo, mando
se le entreguen al dicho don Juan José de la Calle el maderamen (sic) de una
cama de granadillo con bronces = la colgadura de una cama de estofa con sus
paños de santa Susana? en que entra un paño de Nuestra Señora y
Santa Catalina = un cuadro de escarnio de los judíos con Nuestro Señor
Jesucristo en tabla de Gerónimo Bosco, con sus dos puertas = otro cuadro de
menor tamaño de Nuestra Señora, con sus dos puertas = una pintura en jaspe del
Sepulcro y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo con su pie y guarnición =
así mismo se han de dar al mismo don Juan José de la Calle, mi sobrino, un
peinador que tengo rico labrado de pita con randas y puntas de aguja, y dos
toallas de cubrir la mesa con puntas = y dos tocadores labrados como el peinador
que todo está en un envuelto pequeño = las cuatro láminas jeroglíficos de a
tercia que están con dicha Resurrección,
todo lo cual se le dé y entregue en la forma referida”[1].
Tal vez, desde el punto de vista artístico, lo que más sorprenda sea la mención de varias pinturas de distinta temática, y muy especialmente la realizada por el maestro pintor Jerónimo Bosco, “un cuadro de escarnio de los judíos con Nuestro Señor Jesucristo en tabla de Jerónimo Bosco, con sus dos puertas”, considerado como uno de los grandes maestros de la pintura de la segunda mitad del siglo XV y primer tercio del XVI.
Tal vez, desde el punto de vista artístico, lo que más sorprenda sea la mención de varias pinturas de distinta temática, y muy especialmente la realizada por el maestro pintor Jerónimo Bosco, “un cuadro de escarnio de los judíos con Nuestro Señor Jesucristo en tabla de Jerónimo Bosco, con sus dos puertas”, considerado como uno de los grandes maestros de la pintura de la segunda mitad del siglo XV y primer tercio del XVI.
En la misma cláusula se añadía también que si los citados
Juan José y su padre Juan hubiesen fallecido antes de que su hermana María de
la Calle hubiese contraído matrimonio, se pudiesen entregar algunas de las
piezas de plata y las alhajas reseñadas para que “las haya y goce como la suya
cuando tome estado”.
Continuando con la entrega de sus bienes y últimas
voluntades dictaminaría que fuesen entregadas a su iglesia parroquial de San
Pedro de la villa de Ribafrecha, donde fueron bautizados no solo él, sino
también sus tres hermanos, y donde años más tarde se enterraría su padre, una
serie de piezas litúrgicas para su servicio:
“Un cáliz dorado liso
con su patena que pesa cinco marcos. Unas vinajeras doradas lisas, que pesan
dos marcos, dos onzas, y cuatro ochavas. Una salvilla grande de plata para que
se acomode al servicio de las dichas vinajeras que pesa tres marcos, una onza y
cuatro ochavas. Una fuente, la más grande y lisa que tengo dorada y blanca y
cercada con una moldura en medio que pesa ocho marcos y tres onzas. Y se le dé
juntamente un jarro con forma de aguamanil, compañero de dicha fuente, y a
ambos se le hagan escudos de mis armas, que pesa seis marcos y seis onzas. Dos
fuenteçuelas de plata pequeñas que me sirven de ordinario, las faldillas
cinceladas con escudos de armas abiertos, que la mayor pesa tres marcos y cinco
onzas. Una alba de las dos buenas que tengo con su amito. Dos casullas con sus estolas
y manípulos… Dos candeleros de plata de pie redondo con mis armas que pesan
seis marcos y una onza. Un ostiario de la China. Y así mismo se le ha de dar un
Misal y lienzo de ruan de cofre para un alba y amito; y seis pesos para la
hechura. Más otro hábito de Holanda sin estrenar que tengo con listones azules
y botones dorados… y más una Ara de jaspe de las dos mejores que tengo, y que
si se pudiere se la guarnezcan con cerco de bronce”[2].
Pero
no sería sólo la parroquial de Ribafrecha la agraciada con tal cantidad de
bienes eclesiásticos; a la parroquia de San Miguel del valle de Ocón (la
Rioja), le haría entrega de un buen número de objetos, especificando que
deberían ser principalmente para la capilla de los Santísimos Mártires, San
Cosme y San Damián, y para el altar de Nuestra Señora; en dicho edificio su
hermano Juan de la Calle, dejaría fundada una capellanía tras ser nombrado
Gobernador de la villa:
“Que se haga un cáliz
y unas vinajeras que equivalgan al que dejo para la iglesia de la Villa de Ribafrecha;
y un plato de plata trinchero para que sirva de salvilla para las dichas
vinajeras, y en él se haga un escudete de mis armas. Un jarro de plata antiguo
que sirve en su casa con el pico y cercos labrados y dorados que pesa tres
marcos y seis onzas. Una fuente dorada y labrada, lo más de ella nueva, que
pesa siete marcos y siete onzas. Y el señor don Juan de la Calle mande que se
le ponga o acomode el escudo de armas como le pareciere... Una casulla de seda
de Sevilla morada con cenefa de tela de Sevilla…Más se ha de dar un ara de
jaspe muy buena, y esta se ha de guarnecer de bronce”.
No quedaron en el olvido que a aquellas personas que estuvieran a su servicio en el momento de su fallecimiento, se le ajustasen cuentas y entregasen todo lo que se les debiere. Entre ellos aparecen registrados su capellán personal, los hermanos, Juan, Domingo e Isabel Sáenz, a quienes además se les entregarían, sotanillas y ferreruelos de bayeta, sombreros y medias para luto; para Isabel se especificaba además la entrega de cuatrocientos reales para el regreso a su tierra natal[3]; de dicho cumplimiento se haría cargo su sobrino Juan.
No quedaron en el olvido que a aquellas personas que estuvieran a su servicio en el momento de su fallecimiento, se le ajustasen cuentas y entregasen todo lo que se les debiere. Entre ellos aparecen registrados su capellán personal, los hermanos, Juan, Domingo e Isabel Sáenz, a quienes además se les entregarían, sotanillas y ferreruelos de bayeta, sombreros y medias para luto; para Isabel se especificaba además la entrega de cuatrocientos reales para el regreso a su tierra natal[3]; de dicho cumplimiento se haría cargo su sobrino Juan.
Tras
su redacción, “enfermo del cuerpo, y sano de la voluntad, y en mi libre juicio,
cumplida memoria, y entendimiento natural”, dicho
codicilo fue firmado el día 21 de diciembre de 1650, ante el escribano público Bartolomé
Suárez de Villar y los testigos Bartolomé García Navas. Miguel Ortegón y Juan
Sánchez, todos vecinos de Olivares.
SU MUERTE
El
día 26 de diciembre de 1650, a las cuatro de la mañana, falleció en sus casas
de morada el señor abad Francisco de la Calle Almansa. Su cuerpo fue sepultado
en la iglesia colegial de Olivares. El día del acompañamiento de su entierro y
oficios divinos, asistieron los cofrades y cofradías de la villa de Olivares,
los frailes de Nuestra Señora del Loreto y los de San Diego de Castilleja de la
Cuesta[4], así
como algunos padres Guardianes de la Provincia; siendo todos ellos portadores
de velas y especialmente de las doce hachas referidas en una de las cláusulas
testamentarias.
Al
año siguiente fue designado como Tercer Abad de Olivares el señor don Juan
Bautista Navarro (1651-1679), avalado por cargos importantes entre los que se
encontraban los de Secretario Real durante la embajada de Felipe IV en Nápoles
y Presidente del Consejo de Castilla. Bajo su mandato se daría un impulso
definitivo a la construcción del nuevo templo[5].
+
D. O. M.
DR. D. FRANCISCUS
DE LA CALLE
ECCLESIA
COMPOSTELLANA OLIM CANONICUS CARDINALIS
REGIS
HISPANIARUM PHILIPPI IV MAGNI INTER SELECTOS CAPELLANES
ET
HUJUS INSIGNIS OLIVARENSIS COLLEGIATAE VIGILANTISSIMUS
PRAESVL
EL ABBAD: VIR ESTIRPE NOBILIS
OMNI
PIETATE CUM SEVERITATE COJUNCTA SPECTABILIS
DORMIVIT
UN DOMINO VI KALENDAS JANNARII
ANNO
DOMINI MDCL
H. S. E.
“Figura
4º. Inscripción labrada sobre la lápida de la sepultura
del abad Francisco de la Calle Almansa.
Colegiata de Olivares”
[1]
ANSM, Protocolos Notariales de Olivares, Bartolomé Suárez Villar, nº.530, s/f.
[2]
ANSM, Protocolos Notariales de Olivares. Bartolomé Suárez Villar, nº.530, s/f.
[3]
“Se le den cien ducados de mis bienes para que entre con ellos en su casa y
asimismo cuatrocientos reales para el gasto de su camino y volver a su casa y
una cabalgadura en que vaya como es la mula rucia (sic) u otra semejante, y caso que no la haya en
casa se le compre para el dicho efecto y se la lleve para sí misma lo cual se
cumpla en caso que hayamos tomado otro acuerdo respecto de su mucha edad y
leguas a su casa, y en tal caso se le satisfaga en cantidad y consideración de
lo dicho, y lo más que el señor Don Juan de la Calle ajustare con el Padre Fray
Diego de Collados, su hijo…” (ANSM, Protocolos Notariales de Olivares. Bartolomé Suárez Villar,
nº.530, s/f.).
[4] PRIETO GORDILLO, Juan., Castilleja de la Cuesta. Puerta del
Aljarafe. Historia Social, Castilleja de la Cuesta, Ayuntamiento de
Castilleja de la Cuesta, 2010, pp.173-176.
JESÚS MARÍA, F.F.: “CRÓNICA DE LA
PROVINCIA DE SAN DIEGO EN ANDALUCÍA DE RELIGIOSOS DESCALZOS DE NUESTRO PADRE
SAN FRANCISCO”, Sevilla, Biblioteca Colombina, 1727, s/f.
[5] PRIETO GORDILLO, J., “Juan
Bautista Navarro. Tercer Abad de Olivares”, Sevilla, José Antonio Filter
Rodríguez, 2010, Actas VII Jornadas de
Historia sobre la Provincia de Sevilla. El Aljarafe Barroco, pp. 185-210.
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