NUESTRA SEÑORA DE LA
EXPECTACIÓN DE CASTILLEJA DE LA CUESTA. LA VIRGEN DE LA O, ESPERANZA NUESTRA.
Juan Prieto
Gordillo
Prof.
Universidad de Huelva
Fue el maestro pintor
Francisco Pacheco quien en su obra Arte
de la Pintura[1]
facilitara las primeras informaciones sobre la realización de la Virgen de la
Expectación, tallada para el convento de franciscanos descalzos de la villa de
Olivares durante el primer tercio del siglo XVII, siendo trasladada al convento
de la misma orden de Castilleja de la Cuesta en 1635, y ubicada finalmente
desde mediados del siglo XIX en el templo parroquial matriz de Santiago Apóstol de la
misma localidad[2].
Para conocer los orígenes
de tan singular obra debemos remontarnos al siglo XVII, más concretamente al
año 1625; con motivo del embarazo de María de Guzmán, la futura marquesa de
Heliche, hija de los condes de Olivares a finales del mencionado año. Tras los
trágicos momentos vividos por los duques por el fallecimiento de sus dos primeros
hijos al poco de nacer, y deseando gozar del favor divino de un embarazo concedido
a su tercera hija, decidieron hacer realidad el ya viejo propósito de poner en
marcha la fundación de un convento de franciscanos descalzos que se llevó a efecto en Olivares el día 1 de
febrero de 1626. Debido a que el hecho que había propiciado la fundación del
convento fue el embarazo de la marquesa de Heliche, los patronos decidieron
poner el mismo bajo la advocación de la Expectación de Nuestra Señora, y se
encargó la realización de una imagen de la Virgen representada en ese misterio
para que presidiera el oratorio del nuevo convento de Olivares[3].
Durante el año 1636 se produciría el traslado del convento de la
orden franciscana desde Olivares a la cercana población de Castilleja de la
Cuesta. Tras alcanzar un gran auge material y un notable aumento de religiosos,
se produjo la necesidad de aumentar el espacio y mejorar la vieja fábrica que
databa de mediados del primer tercio del siglo XVII[4]. Esto hizo posible que a
finales del siglo se comenzase la construcción de una nueva iglesia que fue
consagrada el 11 de junio de 1702 y que continuaba presidiendo la Virgen de la
Expectación en el camarín de su retablo mayor. A comienzos del siglo XIX, tras
producirse la exclaustración de Mendizábal, y tras el derribo del edificio en
1840, la imagen fue trasladada a la parroquia de Santiago Apóstol de la
localidad.
La escultura mide 1,09 m,
y representa a la Virgen María muy joven, casi niña, arrodillada, embarazada,
en postura frontal y estática, con las manos unidas en señal de adoración, de
forma semejante a como se suele representar la Inmaculada, y portando en su
vientre un pequeño relicario donde se halla una diminuta figura del Niño Jesús
de plata, aunque el original no se conserva. El rostro de la Virgen es ovalado,
con cuello esbelto, frente despejada, boca pequeña cerrada, hoyuelo en la
barbilla y párpados caídos, que otorgan a la imagen una sensación de
recogimiento, destacando además la longitud de su cabellera, cuyos
individualizados y largos mechones ondulados , parten de una raya central y
caen por la espalda y los hombros hasta la cintura. La Virgen viste una saya de
color rojizo de escasos pliegues verticales ceñida a la cintura por un estrecho
cíngulo tallado de color verde, ricamente estofada con motivos vegetales y tallos de perfil
geométrico, que rodean un anagrama mariano central; la
envuelve un amplio manto de color verde que le cubre los hombros,
semejando como dice Pacheco, “una capa de
coro”, que
presenta igualmente un suntuoso estofado, a base de "ces" sinuosas y
tallos vegetales, en tonos blancos y rojizos. Se trata por tanto de una
obra de tradición escultórica manierista, un estilo que encaja perfectamente
con el misterio que representa[5].
Respecto a la autoría de
la imagen, que según Pacheco hubo de realizarse en Madrid, surgen ciertas
dudas, pues durante años se ha tenido en cuenta su atribución al maestro
escultor jiennense Francisco de Ocampo durante su estancia en Sevilla, según recoge
en su obra el historiador Antonio Martín Macías, Francisco de Ocampo, maestro escultor (1579-1639)[6];
sin embargo, recientes estudios
afirman la posibilidad que la imagen fuese obra de algún artífice de escuela
castellana o andaluza que se encontrase temporalmente en Madrid ¿Antonio de
Herrera, Juan Muñoz ó Gregorio Fernández, quien llegaría a realizar alguna obra
para el Conde Duque? Por consiguiente, su identificación deberá
permanecer a la espera de futuros hallazgos documentales[7].
En cuanto a su
policromía, hacia el mes de octubre de 1625, Francisco Pacheco recibió en su
residencia madrileña la talla, ocasión propicia para mostrar su valía ante los
condes y la familia real, favoreciendo su nombramiento de pintor real. Según
propias palabras, la adornó lo más
costosamente que pudo a través de los colores y su habilidad con el pincel,
transformando aquella talla en madera en una auténtica imagen de devoción[8].
La Virgen de la O, como
era y sigue siendo conocida por el pueblo, muestra una perfecta simbiosis entre
las formas de la escuela castellana y la sensibilidad andaluza, figurando en
varios acontecimientos culturales tales como las exposiciones “Sevilla Mariana” (Sevilla 1996), “Alonso cano y la escultura andaluza hacia
1600” (Córdoba-Sevilla, 2000-2001) y presidiendo el altar de Corpus Cristi
instalado por el Círculo Mercantil hispalense (2016).
[1] PACHECO, Francisco. Arte de la Pintura, libro III, capítulo
VI, pág. 498. Se cita por la edición de Bonaventura Bassegoda, Madrid: Cátedra,
1990.
[2] PRIETO GORDILLO, Juan. La Villa de Castilleja de la Cuesta.
Historia Social. Castilleja de la Cuesta, 2011. Págs. 173-177.
[3] Artículo basado en la publicación
realizada por Francisco Amores Martínez “Alonso Cano y su época”, SIMPOSIUM INTERNACIONAL, Granada
2002.
[6] MARTÍN MACÍAS, Antonio. Francisco de Ocampo, maestro escultor
(1579-1639). Sevilla, págs. 151-52.
[7] URREA, Jesús. “Aproximación
biográfica al escultor Gregorio Fernández”. En: Gregorio Fernández (1576-1636). Madrid, 1999-2000, página. 31.
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